lunes, 20 de octubre de 2008

2. SER COMO JESÚS



Mientras seguimos a Jesús nos va restaurando. Poco a poco va sanando las cuatro grandes fracturas o rupturas que el pecado -nuestra rebelión contra la autoridad de Dios- produjo en la experiencia humana.

Jesús es descrito en los libros del Nuevo Testamento como el hombre nuevo. Jesús es el prototipo de una nueva humanidad. Jesús, con su vida, nos enseña e ilustra todo lo que el ser humano podría llegar a ser y que, desgraciadamente, el pecado impidió que fuera.

Pero Jesús, con su vida, muerte y resurrección se ha erigido en el primero de una nueva humanidad, como decía antes, es el prototipo, es el modelo, es el ejemplo.

Jesús nos invita a seguirle para ir restaurando nuestra vida. Su deseo es que seamos como Él, si me permites la expresión, su deseo es que seamos pequeños "Jesuses." No se trata de ser clones, imitaciones, burdas réplicas. Antes al contrario, se trata que seamos como Jesús imitando su manera de pensar, sus valores, sus prioridades, sus actitudes, su estilo de vida, eso sí, siempre expresándolo a través de nuestra personalidad única e irrepetible. Jesús, cuando quiere que seas como Él, no pretende anular tu singularidad, antes al contrario, potenciarla y desarrollarla al máximo.

Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos, sin excepción, a las primeras comunidades de creyentes. Eran personas que habitaban la cuencia del mar Mediterráneo y que seguían a Jesús, en ocasiones, en situaciones extremas y difíciles. Estas primeras comunidades de peregrinos entendieron muy bien, que ser cristiano era ser similar a Jesús. Entendieron que seguirlo era imitarlo y que la vida cristiana consistía en ser más y más como Él.

Pablo, el apóstol, escribió a varias de estas comunidades en este sentido:
  • Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes le aman, de quienes él ha llamado de acuerdo con su propósito. A los que de antemano Dios había conocido, los destino desde un principio a ser como su Hijo, para que su Hijo fuera el mayor entre muchos hermanos. (Romanos 8:28-29)
  • Hijitos míos, otra vez sufro dolores por vosotros, como los dolores de parto de una madre. Y seguiré sufriendo hasta que Cristo se forme en vosotros. (Gálatas 4:19)
  • Hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios. De este modo alcanzaremos la madurez y el desarrollo que corresponde a la estatura perfecta de Cristo. (Efesios 4:12-13)
Pero, de forma práctica ¿Qué significa ser como Jesús? ¿Cómo se concretiza esa meta a la que aspiramos?

Dos sugerencias que pueden serte de gran ayuda: La primera, lee la carta que Pablo escribió a los cristianos que se reunían en la antigua ciudad de Efeso, hoy en día, la actual Turquía. Concretamente lee desde el capítulo 4 versículo 17 hasta el final. Pablo, de una manera muy específica te indicara qué significa ser como Jesús. Te animo a tomar papel y lápiz y apuntar lo que aprendas. Te puede ser de más ayuda el agruparlo por categorías: Actitudes, valores, motivaciones, conductas.

Una vez leído el texto y hecho el ejercicio piensa en aquellas cosas que Jesús debe desarrollar en tu vida ¡Sin duda queda mucho!

La segunda sugerencia, es que leas cada día un fragmento de los cuatro evangelios. Lo más fácil es comenzar con Mateo. Lee la cantidad de texto que desees. El propósito es observar a Jesús y tratar de identificar conductas, prioridades, valores, motivaciones, actitudes que puedas imitar. La mejor manera de ser como Jesús es observarlo e imitarlo.

Dos autores cristianos contemporáneos, Michael Frost y Alan Hirsch describen del siguiente modo el significado de ser como Jesús:

Seguir a Jesús implica mucho más que simplemente aceptarlo como Salvador por medio de algún tipo de oración o compromiso, sin importar cuán sincera esa oración pueda ser. Para seguir a Jesús debes imitarlo, usando su vida como norma para la tuya propia. A esta imitación de Jesús nosotros la llamamos convertirse en un "pequeño Jesús."

Cuando nos denominamos a nosotros mismos "pequeños Jesuses" no estamos afirmando tener el poder de caminar sobre el agua o morir por los pecados del mundo. No, ser un pequeño Jesús significa que adoptamos los valores que Jesús encarnó en su vida y en sus enseñanzas. Únicamente Jesús fue capaz de alimentar a miles de personas con pequeñas cantidades de pan y peces pero, como "pequeños Jesuses" podemos abrazar los valores de la hospitalidad y la generosidad. Tal vez no seamos capaces de predicar a las multitudes, pero podemos tomar el compromiso de hablar la verdad contra la mentira. No podemos morir por los pecados de nadie, pero podemos abrazar el desprendimiento, la carencia de egoísmo, el sacrificio y el sufrimiento.

Esperamos ver una conspiración de "pequeños Jesuses" esparcidos por todo el mundo, transformando sus comunidades del modo que Jesús transformó la suya.



1. LA INVITACIÓN DE JESÚS


La invitación que Jesús lanza a toda persona es a seguirle. Una y otra vez vemos esta invitación ofertada por Jesús, aceptada por unos y rechazada por otros (Mateo 4:19 y 20; 8:22; 9:9; 10:38, entre muchos otros)

Esta invitación la podemos encontrar en todos los evangelios. En el de Marcos, Jesús habla acerca de los requisitos necesarios para ser su discípulo y lo hace esta manera:

  • El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía y del mensaje de salvación la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? Pues si alguien se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con sus santos ángeles. (Marcos 8:34-38)

¿Qué quiere decir seguir a Jesús? Cuando alguien nos invita a seguirlo hay unas preguntas que de forma natural vienen a nuestra mente. Seguirlo ¿A dónde? ¿Para hacer qué? ¿Con qué propósito? No tiene demasiado sentido comenzar un peregrinaje sin saber a dónde vamos y con qué propósito.

Jesús nos invita a seguirlo con un doble propósito: En primer lugar, el quiere restaurar en nosotros las cuatro grandes rupturas provocadas por el pecado. ¿Recuerdas? La ruptura en nuestra relación con Dios, la ruptura interna, la ruptura en nuestra relación con otros y, finalmente, la ruptura en nuestra relación con la creación.

Es un proceso dinámico. Mientras le seguimos Él va trabajando en nosotros. El proceso de restaurar esas cuatro rupturas durará toda nuestra vida, nunca se acaba, de hecho, parece que cuanto más restauradas están estas áreas más conscientes somos de lo mucho que todavía queda. Pero, ahí vamos. Del mismo modo que un escultor va moldeando la estatua que tiene en mente y que saldrá del bloque de mármol y el tallista pule el diamante, de ese modo Jesús va trabajando día a día en nosotros ese proceso de restauración.

Seamos realistas. En ocasiones ese proceso será doloroso. Muchos cambios acostumbran a serlo. En ocasiones, colaboraremos gustosos con Jesús y su trabajo, en otras ofreceremos resistencia. Un amigo mío, corredor de fondo como yo, afirmaba que sólo cambiamos cuando el dolor de cambiar es menor que el dolor de permanecer como estamos.

En segundo lugar, Jesús nos invita a seguirle y colaborar con Él en el proceso de restaurar el mundo.
Ayurdarle para que el mundo sea lo que debió de ser y nuestro pecado, nuestra rebelión contra Él impidió que fuera. Como ya hemos visto en ocasiones anteriores, este fue el motivo por el cual Jesús vino. Juan, uno de sus seguidores, lo afirmó cuando en una de sus cartas dirigida a las comunidades cristianas escribió:
  • Precisamente para esto ha venido el Hijo de Dios; para deshacer lo hecho para el diablo. (1 Juan 3:8)
El mismo Juan, en su evangelio afirma:
  • Tanto amó Dios a la creación (la palabra en griego es cosmos, que tiene el significado de todo lo creado) que no dudó en entregarle a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16)
El gran triunfo del diablo consistió en incitar al hombre a revelarse contra Dios. El resultado, las cuatro grandes rupturas o fracturas que aún a día de hoy siguen afectando a todos los seres humanos. El pecado produjo una catástrofe de dimensiones cósmicos, que afectó a todo el universo, por eso, el plan de Dios es un plan para restaurar todo lo creado.

En esta tarea ingente de ayudar a restaurar el universo Jesús nos invita a ser colaboradores suyos. El seguimiento de Jesús, por tanto, no es en absoluto pasivo. Mientras le seguimos, nos va restaurando. Mientras nos restaura, le ayudamos a restaurar a otros. Pablo, otro de los seguidores de Jesús lo afirma cuando escribe a los cristianos que se reunían en la ciudad de Corinto, en la antigua Grecia:
  • Nosotros somos colaboradores de Dios; vosotros, campo que Dios cultiva, edificio que Dios construye. (1 Corintios 3:9)
Quiero llamar tu atención sobre la naturaleza del verbo seguir. Es dinámico, no estático. Seguir implica movimiento, proactividad, cambio, proceso y transformación. El verbo seguir te da pistas para comprender la naturaleza de la vida cristiana y de la invitación de Jesús.

Una de las metáforas que puede ayudarnos a un mejor entendimiento de la vida cristiana es la del peregrinaje. Somos peregrinos siguiendo a Jesús. El peregrino es definido por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como alguien que camina por tierras extrañas. Así es, somos seguidores del Dios hecho hombre que nos invita a la apasionante, costosa y desafiante aventura de seguirle para ser restaurados y ayudar a restaurar a otros.