viernes, 20 de noviembre de 2009

15. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO VIII. SIN FUTURO SIN DIOS


Antes de comenzar la lectura de esta entrada quiero pedirte que tomes unos momentos para hablar con Jesús acerca de las personas en tu círculo de influencia que necesitan conocerlo y llegar a ser seguidores suyos. Pide por ellos, por sus rupturas, vuelve a insistir en que Jesús te pueda usar como agente de restauración en sus vidas, sólo entonces tendrá sentido lo que leerás a continuación.

Quiero hacerte partícipe de algunas razones para compartir la buena noticia con esas personas por las que acabas de orar.


JESÚS ESPERA QUE NOS UNAMOS A EL EN SU TAREA DE RECONCILIAR A LAS PERSONAS CON DIOS.

¿Recuerdas las palabras que leímos de Pablo? Es como si Dios le pidiera al mundo, por medio nuestro, que se reconciliara con El.

Jesús, momentos antes de ascender al cielo después de su resurrección afirmó:

Entonces Jesús se acercó y les dijo: -Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Así que id y haced seguidores en todas las naciones. Bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a obedecer todo lo que yo os he mandado. Tened presente que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. (Mateo 28:18-20)

Jesús ha sido muy claro en sus intenciones, desea que la buena noticia pueda ser conocida por todas las personas para que puedan ser seguidoras suyas y, de este modo, ver restauradas sus vidas.

No es preciso que te vayas fuera de tu ciudad o país para hacerlo. Jesús afirmó que deberíamos comenzar con esta tarea en nuestro propio ambiente. En el libro de Hechos, Jesús afirmó:

Pero cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, recibiréis poder. Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la región de Judea, en Samaria y en todo el mundo. (Hechos 1:8)

Los seguidores de Jesús siempre han interpretado estas palabras de Jesús en el sentido que nuestra Jerusalén es nuestro propio medio ambiente, nuestro hogar, nuestra fábrica, nuestra oficina, nuestra universidad, nuestros amigos.

Jesús afirma que somos sus testigos ¿Qué es un testigo? Sencillamente aquel que explica lo que ha visto, oído, experimentado. Eso es precisamente lo que espera de cada uno de nosotros. Compartir con otros la buena noticia, colaborar con él en el trabajo de restaurar y reconciliar con Dios a las personas es un mandamiento de Jesús. La obediencia de sus mandamientos nos demuestra a nosotros mismos nuestro grado de compromiso con el seguimiento de Jesús. Lo expresó con estas palabras:

Si me amáis, obedeceréis mis mandamientos. (Juan 14:15)

El que realmente me ama conoce mis mandamientos y los obedece. Mi padre amará al que me ama, y yo también lo amaré y me mostraré a él. (Juan 14:21)


LAS PERSONAS NO TIENEN FUTURO SIN JESÚS

Todos nosotros hemos decidido vivir al margen de Dios, darle la espalda y seguir nuestro propio camino. Consecuentemente, estamos experimentando en nuestras vidas las repercusiones, nuestra relación con Dios está rota, nosotros mismos estamos rotos, nuestras relaciones están fracturadas y destruimos la creación de Dios.

Tú y yo somos personas en proceso de cambio. Mientras seguimos a Jesús él va restaurando en nosotros todas las piezas rotas de nuestra vida y las recompone, pero ¿Qué sucede con aquellos que no le conocen?

Dios, por medio de Jesús ha hecho todo lo posible para que la reconciliación entre él y el ser humano sea posible. Si visualizas la reconciliación con Dios como un puente sobre un abismo, Jesús ha caminado hasta la mitad del puente, nos invita a caminar la parte del camino que nos corresponde, nos invita pero no nos fuerza.

De persistir en nuestra negativa de acercarnos a él quedamos a merced de las consecuencias de nuestras propias decisiones. Pablo describe la situación de la persona sin Dios de esta manera:

Vosotros, antes, estabais muertos a causa de las maldades y pecados en que vivíais, pues seguíais el ejemplo de este mundo y hacíais la voluntad de aquel espíritu que domina en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios. De esa manera vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, siguiendo nuestros propios deseos y satisfaciendo los deseos de nuestra naturaleza pecadora y de nuestros pensamientos. A causa de esa naturaleza merecíamos el terrible castigo de Dios, igual que los demás. Pero Dios es tan misericordioso y nos amó tanto, que nos dio vida juntamente con Cristo cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados. (Efesios 2:1-5)

Entiendo que nos cueste pensar acerca de las personas que amamos en estos términos. Sin embargo, lo cierto es que están muertos espiritualmente. El pecado, no sólo los mantiene separados de Dios, sino que les impide acercarse a El y les continuará separando, haciéndoles merecedores del juicio después de su muerte.

Su situación es tan desesperada que esta es la razón por la cual Dios puso en marcha este fantástico plan para reconciliar al hombre consigo mismo. Plan en el que desea que tú y yo colaboremos como agentes de restauración y reconciliación.

Jesús les dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se llega al Padre. (Juan 14:6)

Por esto os dije que moriréis en vuestros pecados; porque a menos que creáis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (Juan 8:24)

Al principio de esta entrada te pedía que hablaras con Jesús de las personas de tu círculo de influencia. Quisiera pedirte que acabes del mismo modo, pidiendo por ellos teniendo en cuenta todo lo que has leído.


miércoles, 14 de octubre de 2009

14. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO VII. COMPARTIR LA BUENA NOTICIA


COMPARTIR LAS BUENAS NOTICIAS

Podemos colaborar con Jesús como agentes de restauración cuando compartimos con otras personas el Evangelio.

Evangelio es una palabra griega que significa, buena noticia.

Para un mundo roto y fracturado por el pecado la buena noticia es que existe la posibilidad de restauración. Jesús puede restaurar en nuestra experiencia como seres humanos esas cuatro grandes rupturas –interna, con Dios, con otros y con la creación- que nuestra rebelión contra El ha provocado en toda persona.

El evangelio es una buena noticia porque nos ayuda a entender la complejidad de la experiencia humana. El evangelio nos ayuda a comprender por qué experimentamos toda la gama de emociones y estados de ánimo que nos caracterizan. Nos explica los orígenes de nuestra conducta y nuestra dificultad para relacionarnos con otros. El evangelio nos ayuda a entender por qué en vez de cuidar la creación de Dios la destruimos de forma implacable y, tal vez, irremediable.

Pero el evangelio no se queda ahí. No sólo diagnostica los problemas y nos explica el origen de los mismos, sino que también nos dice que existe una solución y esa solución pasa por volvernos hacia Dios y permitir que puede restaurar en nosotros esas cuatro grandes rupturas producidas por nuestro alejamiento de Él.

Ya hemos hablado de la importancia de ser agentes de restauración en nuestro medio ambiente, en nuestro trabajo, nuestros estudios, nuestra familia, nuestro vecindario, entre nuestras amistades. En todos estos ámbitos debemos estar activa e intencionalmente buscando oportunidades para restaurar, para hacer el bien, para no desentendernos.

OBSERVANDO A JESÚS

Cuando leemos los relatos de la vida de Jesús vemos que siempre fue sensible a la situación de las personas con las que se encontraba.

Jesús siempre tuvo en mente la restuaración total e integral de todo ser humano. Nunca perdió de vista que este era su objetivo final, personas restauradas en sus cuatro rupturas.

Pero, al mismo tiempo, cuando Jesús interactuó con los individuos siempre fue sensible a las necesidades inmediatas y sentidas de esas personas.

Jesús trabajó con las necesidades sentidas y con las necesidades profundas. Ambas fueron importantes para él y nunca hizo una distinción. Una necesidad sentida era ser curado de la lepra, una necesidad profunda era ser restaurado en la relación con Dios. Ambas, sentidas y profundas forman parte de la misma realidad humana.

Lo vemos en su manera de actuar. En ocasiones, Jesús solamente compartió la buena noticia y no alimentó, ni sanó, ni expulsó demonios. En otras ocasiones, sanó pero no habló acerca de acercarse a Dios. En otras, hizo conjuntamente ambas cosas. Lo que vemos es que Jesús, sin perder el objetivo final, siempre fue sensible a la realidad y necesidad única y singular de cada persona con quien se relacionaba.

Jesús nos invita a nosotros a proceder de la misma manera.

DIOS ACTUANDO POR MEDIO NUESTRO

Cuando planteamos la necesidad de compartir la buena noticia no estamos hablando de hacer adeptos para una religión, tampoco que las personas se hagan miembros de nuestra iglesia ni que sean como nosotros.

Nos referimos a invitarlos a acercarse a Dios para que pueda restaurar sus vidas de forma integral y puedan convertirse en seguidores de Jesús y en agentes restauradores que puedan sanar a otros. Nosotros somos personas en proceso de restauración que invitamos a otros a unirse a ese proceso.

Pablo, el seguidor de Jesús, al escribir a los cristianos que se reunían en la ciudad griega de Corinto lo expresó de esta manera:

Todo se lo debemos a Dios que nos ha puesto en paz con él por medio de Cristo y nos ha confiado la tarea de llevar esa paz a los demás. Porque sin tener en cuenta los pecados de la humanidad, Dios hizo la paz con el mundo por medio de Cristo y a nosotros nos ha confiado ese mensaje de paz. Somos, pues, embajadores de Cristo y es como si Dios mismo os exhortara sirviéndose de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que hagáis las paces con Dios. (2 Corintios 5:18-20)

Es tremendo pensar que Dios está a través nuestro pidiéndole a las personas que se reconcilien y hagan las paces con Él. Ayudar en este proceso de reconciliación forma parte de nuestro trabajo como agentes de restauración.

Mateo, uno de los primeros seguidores de Jesús, nos marra un episodio de la vida del Maestro

Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Y, al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido porque estaban maltrechos y desalentados como ovejas sin pastor. Dijo entonces a sus Discípulos: -la mies [cosecha]es mucha, pero son pocos los trabajadores. Por eso, pedidle al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies. (Mateo 9:35-38)

Piensa en todos los ámbitos en los que se desarrolla tu vida y que hemos mencionados anteriormente. Piensa en las personas con las que convives en esos ámbitos y míralos tal y como Dios los ve, como gente rota necesitada de ser restaurada.

Se práctico, por favor, toma papel y lápiz y anota el nombre de esas personas. Pensar en los ámbitos en que te mueves -familia, trabajo, estudios, amigos, asociados, etc.- te ayudará. Comienza a orar por ellos. Pídele a Dios te ayude a verlos con sus ojos y a poder ser un agente de restauración en sus vidas con tu vida.

jueves, 11 de junio de 2009

13. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO VI. VER A JESÚS EN TU PRÓJIMO


La imagen que tienes justo encima de estas palabras es el Pantocrator de la iglesia de Tahull, una de las obras maestras del románico catalán. Pantocrator significa en griego, el todopoderoso, y en la iconografía cristiana se usa para representar al Cristo triunfante y glorioso. He pensado que esta imagen era la más apropiada para ilustrar el pasaje de la Biblia que veremos a continuación y que es conocido como "El juicio final"

Cuando el Hijo del Hombre venga con todo su esplendor y acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todos los habitantes del mundo serán reunidos en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los machos cabríos, poniendo las ovejas a un lado y los machos cabríos al otro.

Luego el rey dirá a los unos: "Venid, benditos de mi Padre; recibid en propiedad el reino que se os ha preparado desde el principio del mundo. Porque estuve hambriento, y vosotros me distéis de comer; estuve sediento, y me distéis de beber; llegué como un extraño y me recibisteis en vuestra casa; no tenía ropa y me distéis; estuve enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme".

Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, y te dimos de comer y beber? ¿Cuándo llegaste como un extraño y te recibimos en nuestra casa? ¿Cuándo te vimos sin ropa y te dimos? ¿Cuándo estuviste enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "Os aseguro que todo lo que hayáis hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho".

A los otros, en cambio, les dirá; "¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles! Porque estuve hambriento, y no me distéis de comer; estuve sediento, y no me distéis de beber; llegué como un extraño y no me recibisteis en vuestra casa; me visteis sin ropa y no me la distéis; estuve enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis".

Entonces ellos contestarán: "Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, o sediento, o como un extraño, o sin ropa. o enfermo, o en la cárcel y no te ofrecimos ayuda?. Y él les dirá: "Os aseguro que cuanto no hicisteis en favor de estos más pequeños, tampoco conmigo lo hicisteis".

De manera que estos irán al castigo eterno: en cambio los justos irán a la vida eterna.
(Mateo 25: 31-46)

Este blog recibe por título "Sígueme" y hemos caminado desde sus inicios un largo trecho juntos.

Hemos enfatizado que la invitación de Jesús a seguirle tenía un doble propósito. Primero, trabajar en nosotros para restaurar poco a poco, en un proceso que dura toda la vida, esas cuatro rupturas que el pecado, nuestra rebelión contra Dios había producido en la experiencia humana.

Nos centramos en ver cómo Dios restauraba la relación con Él. Usamos varias figuras que ilustraban lo que Jesús había hecho en este área tan importante, el hijo que volvía a casa, el reo que era declarado justo, el esclavo que era redimido y vuelto al mundo de los libres.

Después, nos centramos en el segundo de los propósitos de la invitación de Jesús, colaborar con él para restaurar el universo, para que este llegue a ser lo que Dios pretendió y el pecado impidió que fuera.

Hemos visto en profundidad cómo llevarlo a cabo. Las "armas" del restaurador son poderosas pero duras y difíciles de llevar a cabo. La práctica del bien, el perdón, la búsqueda activa de la paz, el vencer al mal con el bien, el no devolver mal por mal, fueron algunas de las que consideramos.

Pero hablamos también de actitudes. Dijimos que saber hacer el bien, es decir, tener la capacidad de reconocerlo y ver su necesidad en la vida de otros y, sin embargo, no llevarlo a cabo era pecado, el pecado de omisión.

También fuimos retados a no desentendernos. No considerar que las necesidades de un mundo roto deben ser la responsabilidad de algún otro. Jesús, a través del ejemplo del buen hombre de Samaria, nos desafía a involucrarnos y no hacernos los desentendidos.

LA MOTIVACIÓN PARA LA PRÁCTICA DEL BIEN

Hoy queremos hablar de la motivación para hacer el bien y actuar como agentes de restauración. La motivación es muy importante en la vida de las personas. Es esa fuerza interna, que puede ser mental, espiritual, emocional, que nos impulsa a actuar, que hace que rompamos las barreras más fuertes que, a menudo, encontramos en nuestra vida para salvar la distancia entre el mundo de los ideales y el mundo de la realidad.

Este pasaje del evangelio de Mateo nos provee dicha motivación. Consiste en ver a Jesús mismo en cada persona, en cada ser humano con quien interactuamos. Sin importar su sexo, orientación sexual, clase social, nivel cultural, ingresos económicos, ideas políticas o religiosas y un largo etcétera y etcétera, Jesús nos invita a ser conscientes que cada vez que ayudamos a alguien en necesidad, sea esta de tipo espiritual, emocional, social, cultural, material, física, le estamos ayudando a Él.

Pero tampoco podemos olvidar lo contrario, también claramente expuesto por Jesús. Cada vez que negamos la ayuda al necesitado, cada vez que nos desinteresamos de alguien, nos estamos desinteresando de Jesús, estamos pasando de Él, estamos siendo indiferentes a Él.

El pasaje nos indica, a modo de advertencia, que todas estas cosas no pasan desapercibidas. El contexto de las palabras de Jesús es el juicio final de toda la humanidad en el que todos, incluidos nosotros, deberemos de responder de la manera en que vivimos como agentes de restauración.

¿De qué modo puede servirte de motivación en tu trabajo como agente de restauración el saber que en cada persona estás tratando con Jesús?

¿Qué puedes hacer mañana, cuando enfrentes tu vida cotidiana, para tener presente este principio tan importante?

¿Qué puede ayudarte?

¿Qué puede estorbarte?

miércoles, 20 de mayo de 2009

12. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO V. NO TE DESENTIENDAS


El libro de Deuteronomio, el último de los cinco que componen el Pentateuco, indica lo siguiente,

Si ves el buey o la oveja de tu hermano extraviados, no te desentiendas; ve a devolvérselos. Si resulta que el dueño no vive cerca o no sabes quién es, encierra el animal en tu corral y tenlo allí hasta que el dueño venga a reclamártelo; entonces se lo devolverás. Lo mismo harás si se trata de su asno, su manto o cualquier cosa que tu hermano haya perdido y que tú encuentres. No te hagas el desentendido. Si ves caídos en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te hagas el desentendido, ayúdale a ponerlos en pie. (Deuteronomio 22:1-4)

Quiero llamar tu atención acerca de una palabra que se repite en tres ocasiones en este breve pasaje de la Biblia, no te desentiendas. Desentenderse es considerar que una determinada situación o necesidad no es nuestra responsabilidad.

El que se desentiende no niega la importancia, incluso la gravedad y urgencia de una situación dada, simplemente considera que no le concierne a él o ella hacerse cargo de la misma.

El que se desentiende puede tener varias e incluso buenas razones para no hacerlo. Puede desarollar una adecuada cantidad de justificaciones o racionalizaciones y no tener que actuar.

Desentenderse parece ser una actitud muy, pero que muy humana. En la Biblia la vemos reflejada en varios de sus personajes. Ya al principio de todo, en el libro de Génesis, cuando Caín es preguntado por Dios acerca del paradero de su hermano, contesta, No lo sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?

Más adelante, Jonás, un profeta de Dios, recibe el encargo de ir a la ciudad de Nínive, capital del Imperio Asirio, para anunciar de parte del Señor, la destrucción de la ciudad a causa de su maldad a menos que se arrepintieran y cambiaran de actitud. Jonás, lejos de preocuparse por el hecho de que Dios piense en destruir a decenas de miles de personas, decide marcharse al otro lado del Mediterráneo, a la actual Cádiz. El profeta se desentiende de la situación y de la suerte de toda una ciudad.

Sin duda Jesús es el contraste de lo anteriormente dicho. Él no se desentendió de la situación del ser humano, no se desentendió de su miseria y su necesidad, la tomó como propia y se involucró al máximo, hasta el punto de, como todos sabemos, dar su propia vida. La Biblia dice al respecto,

De hecho, cargó con nuestros males, soportó nuestros dolores, y pensábamos que era castigado, herido por Dios y humillado. Pero fue herido por nuestras faltas, triturado por nuestros pecados; aguantó el castigo que nos salva, con sus heridas fuimos curados. Todos íbamos errantes como ovejas, cada cual por su propio camino, y el Señor cargó sobre él las culpas de todos nosotros. (Isaías 53: 4-6)

Jesús enseñó acerca de la importancia de no desentendernos de las necesidades de las personas que sufren, padecen y lo pasan mal. Lo hizo, como en tantas ocasiones, por medio de una historia que explicó en respuesta a una pregunta de un maestro de la ley judía.

Si pulsas en este enlace podrás ver y escuchar cómo se desencadenaron los hechos.





Con total intencionalidad Jesús hace un contraste entre el sacerdote, el levita y el samaritano. Los dos primeros eran judíos, como el hombre herido. El último era un samaritano, una persona menospreciada y marginada por los judíos debido a que no eran racialmente puros.

Los dos primeros eran personas religiosas. Un sacerdote, encargado de ofrecer los sacrificios en el templo de Jerusalén y mediador entre el pueblo y Dios. El segundo, un levita, responsable de la logística de la religión de Israel. Ambos conocían la ley y conocían el carácter misericordioso de Dios. El último, el samaritano, era considerado un impío, una persona despreciable a los ojos del Señor.

Lo curioso es que los religiosos, aquellos de quienes sería lógico esperar que sintieran misericordia y compasión por la persona herida, se desentendieron del problema y, sin duda, en su opinión, con muy buenas razones y argumentos consideraron que era mejor no involucrarse.

El samaritano quien, por otra parte, no tenía ninguna razón lógica para implicarse y era comprensible y razonable que se desentendiera, no lo hizo y asumió el problema como propio.

Cada día, nos encontramos con problemas y necesidades humanas que demandarán de nosotros, como seguidores de Jesús y como colaboradores en la tarea de restaurar el universo, que no nos desentendamos.


Sin duda, tendremos que luchar contra argumentos, razones y justificaciones que nos invitarán a desentendernos y nos proveerán la cuartada adecuada para hacerlo. Sin embargo, siguiendo el ejemplo de Jesús y sus enseñanzas hemos de hacer un esfuerzo por no desentendernos.

sábado, 2 de mayo de 2009

11. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN E UN MUNDO ROTO IV. EL PECADO DE OMISIÓN


EL PECADO DE OMISIÓN

Santiago era el hermano de Jesús y dirigente de la comunidad cristiana que se formó en Jerusalén tras la muerte del Maestro. Escribió una carta destinada a todas las comunidades cristianas existentes hasta aquel momento a lo largo y ancho de la cuenca del mar Mediterráneo. Es en este documento donde podemos leer la siguiente afirmación:

Porque quien sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado. (Santiago 4:17)

Santiago habla aquí del pecado de omisión.

Hace unas semanas tenía una charla con un viejo amigo que me aseguraba que era una buena persona y que no hacía mal a nadie y, por tanto, se consideraba a sí mismo intachable y, añadiendo un poco de irionía, yo diría que un dechado de virtudes. Sin duda, habrás escuchado en muchas ocasiones similar argumento, personas que se justifican afirmando que nunca dañan a nadie y, consecuentemente, han de ser reconocidas como justas. Con toda probabilidad, tal vez no hagan daño a nadie, pero ¿hacen algún tipo de bien a alguien?

Si queremos ser agentes de restauración colaborando con Dios en restaurar este universo roto y fracturado no basta con no hacer el mal, hemos de buscar intencional y proactivamente la práctica del bien, de lo contrario, estamos pecando con el pecado de omisión.

Según la Palabra de Dios, si tenemos la capacidad de reconocer el bien que está a nuestro alcance y no lo llevamos a cabo, estamos pecando por omisión. Si lo piensas, incluso en nuestro ordenamiento jurídico existe el delito de omisión de auxilio. En determinadas circunstancias, en nuestras leyes, no hacer el bien puede ser un delito punible y perseguible de oficio.

Los agentes de restauración consideran que cuando la oportunidad de hacer el bien esta a su alcance es su responsabilidad ejecutarla, no es la responsabilidad de algún otro.

RESTAURADOS PARA HACER EL BIEN

Pablo nos recuerda que Jesús nos ha restaurado para que a su vez, nosotros podamos restaurar a otros por medio de la práctica del bien. Lee estos dos fragmentos de dos de sus cartas:

Lo que somos, a Dios se lo debemos. Él nos ha creado por medio de Cristo Jesús, para que hagamos el bien que Dios mismo nos señaló de antemano como norma de conducta. (Efesios 2:10)

Fue Él quien se entregó por nosotros a fin de liberarnos de toda maldad y de prepararse un pueblo limpio y elegido, totalmente entregado a la práctica del bien. (Tito 2:14)

Ambos pasajes son muy claros y contundentes, hemos sido salvados del pecado y la condenación, es cierto, pero lo hemos sido con un propósito, entregarnos a la práctica del bien, convertirnos de este modo en agentes de restauración.

LA PRÁCTICA DEL BIEN EVIDENCÍA NUESTRA IDENTIDAD

Nuestra tendencia es a basar nuestra identidad cristiana en las cosas que creemos, en las doctrinas que seguimos, en la iglesia a la que pertenecemos. No digo que todas estas cosas no sean importantes ¡Lo son! Ahora bien, la Biblia nos indica que hay otra seña de identidad que debemos buscar y que nos ha de identificar como cristiano y agente de restauración, la práctica del bien.

Juan, el apóstol, es conocido como el discípulo a quien Jesús amó de una forma especial. Respecto a lo que estamos comentando escribe:

Pues quien se precia de vivir unido a Él [Jesús], debe comportarse como se comportó Jesucristo. (1 Juan 2:6)

Hijos míos, que nadie os engañe; el que practica el bien es justo, como Jesús es justo. (1 Juan 3:7)

En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: quien no práctica el bien ni ama al hermano, no es hijo de Dios. (1 Juan 3:10)

El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. (1 Juan 4:8)

¿Está presente esta seña de identidad en tu vida? ¿Puedes ser un agente de restauración sin buscar apasionadamente la práctica del bien?

sábado, 28 de febrero de 2009

10. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO III. VENCER CON EL BIEN AL MAL



Pablo, el apóstol y seguidor de Jesús nos ofrece más consejos prácticos acerca de cómo podemos colaborar con Dios en su tarea de restaurar el universo a lo que pretendió que fuera y el pecado impidió.

DESARROLLAR EL CARÁCTER DE UN RESTAURADOR

El pasaje que podrás leer a continuación fue escrito por Pablo a los cristianos que se reunían en la antigua ciudad de Efeso, en la provincia romana de Asia, ubicada en la actual Turquía. En este pasaje el apóstol indica características que un agente de restauración debe desterrar de su vida y otras que debe esforzarse por cultivasr. Cuando leas el pasaje comprobarás que es eminentemente práctico.

Nada de acritud, rencor, ira, voces destempladas, injurias o cualquier otra suerte de maldad: desterrad todo eso. Sed, en cambio, bondadosos y compasivos los unos con los otros, perdonándoos mutuamente como Dios os ha perdonado por medio de Cristo. (Efesios 4:31 y 32)

Piensa en tu vida personal ¿Qué características rigen tu relación con tu entorno? ¿Actúa tu vida como agente de restauración o como agente de ruptura?

LA SIMPLE ESTRATEGIA DEL RESTAURADOR

El siguiente pasaje para tu consideración lo escribió Pablo a la comunidad cristiana que se reunía en Roma, la capital del Imperio Romano. Desde el principio mismo del cristianismo se desarrolló una viva y activa comunidad en aquella violenta y decadente ciudad. Las crónicas que nos han llegado de la antigüedad nos hablan de la violencia y dureza de la vida en la llamada caput mundi, la cabeza del mundo.

Es a cristianos que vivían en aquel contexto que el apóstol les escribe la estrategia para convertirse en agentes de restauración. Lee el pasaje.

Solidarizaos con las necesidades de los creyentes; practicad la hospitalidad; bendecid a los que os persiguen y no maldigáis jamás. Alegraos con los que están alegres y llorad con los que lloran. Vivid en plena armonía unos con otros. No ambicionéis grandezas, antes bien poneos al nivel de los humildes. Y no presumáis de inteligentes. A nadie devolváis mal por mal. Esforzaos en hacer el bien ante cualquiera. En cuanto de vosotros dependa, haced lo posible por vivir en paz con todo el mundo. Y no toméis la justicia por vuestra mano, queridos míos; dejad que sea Dios quien castigue, según dice la Escritura: A mí me corresponde castigar; yo daré a cada cual su merecido –dice el Señor- A ti en cambio te dice: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed dale de beber. Así harás que su cara enrojezca de vergüenza. No permitas que te venza el mal. Antes bien, vence al mal a fuerza de bien. (Romanos 12:13-21)

Las últimas palabras de Pablo son especialmente poderosas. Cada vez que hacemos el bien, por pequeño que este pueda aparecer, el mal retrocede. Cada acto de bondad impacto un universo roto del mismo modo que una llama, por pequeña e insignificante que sea, rompe, aunque simplemente lo haga de forma momentanea, la oscuridad.

Piensa de forma especial en las últimas palabras de Pablo ¿Qué significaría en tu experiencia actual el vencer al mal a fuerza de bien?


9. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO II. AMAR Y PERDONAR


Vamos a seguir viendo maneras prácticas y efectivas en que podemos ser agentes de restauración en un mundo roto y colaborar con Jesús en la tarea de restaurar el universo.

AMANDO AL ENEMIGO

De nuevo las palabras de Jesús nos ofrecen pautas radicales para poder actuar:

Sabéis que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis verdaderamente hijos de vuestro Padre que está en los cielos, pues él hace que el sol salga sobre buenos y malos y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si solamente amáis a los que os aman, ¿qué recompensa podéis esperar? ¡Eso lo hacen también los publicanos [recaudadores de impuestos]! Y si saludáis únicamente a vuestros compañeros, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Eso lo hacen también los paganos! Vosotros tenéis que ser perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial. (Mateo 5:38-42)

Jesús nos lanza un gran desafío, tratar bien a aquellos que nos tratan mal, amar a nuestros enemigos. Afirma que eso es lo que nos distinguirá como agentes de restauración y, como en el caso de buscar activamente la paz, en auténticos cristianos. Al fin y al cabo, tratar bien a los que nos tratan bien sería algo normal y dentro de lo que se espera de cualquier persona normal y no ética corrupta.

Cuando Jesús habla de amar usa la palabra griega ágape. Los griegos tenían tres términos diferentes para hablar del amor, eros, que utilizaban para referirse al amor físico. Fileo, que usaban para definir el amor que tenemos hacia alguien porque es digno de ser amado y recibir nuestro amor y, finalmente, el término ágape, que se usaba para definir el amor incondicional.

El amor ágape nace de la voluntad del que ama. No es un estado emocional, es una decisión voluntaria de buscar el bien de la persona objeto de ese amor. Es un acto de voluntad que se hace de forma incondicional, no porque la persona lo merezca, se hace incluso a pesar de que la persona destinataria de nuestro amor no lo merezca. El amor ágape toma la iniciativa de buscar el bien del otro y es, en ocasiones, costoso y doloroso.

Cuando Jesús nos dice que amemos a nuestros enemigos no nos está pidiendo que tengamos emociones positivas hacia ellos. Ágape no está vinculado a, o dependiente de las emociones. Nos está pidiendo que de manera intencional, como un acto generado en nuestra voluntad, busquemos beneficiar a estas personas.

Un mundo roto clama por venganza y pagar con la misma moneda. Se espera de un agente de restauración que actúe de forma diferente.

Piensa por un momento ¿Hay situaciones en tu vida que requieren de ti que actúes de esta manera?

PERDONANDO AL QUE NOS HA HECHO DAÑO

Jesús sigue enseñándonos cómo podemos ser agentes de restauración en un mundo roto y lo hace aprovechando una oportunidad que le puso en bandeja Pedro, uno de sus seguidores.

Pedro, acercándose entonces a Jesús le preguntó: Señor, ¿Cuántas veces he de perdonar a mi hermano si me ofende? ¿Hasta siete veces?

Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Y es que el reino de los cielos puede compararse a un rey que quiso hacer cuentas con la gente que tenía a su servicio. Para empezar, se le presentó uno que le debía diez mil talentos [El talento era la moneda más importante del Imperio Romano. Podía fácilmente equivaler al salario anual de una persona. Por tanto, diez mil talentos representaba una cantidad difícil de procesar para una persona]. Y como no tenía posibilidades de saldar su deuda, el amo mandó que lo vendieran como esclavo a él, a su esposa y a sus hijos junto con todas sus propiedades para que así saldara la deuda. El siervo cayó entonces de rodillas delante de su amo, suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré todo. El amo tuvo compasión de su siervo; le perdonó la deuda y le dejó ir libremente.

Pero al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios. [El denario equivalía al salario diario de un jornalero agrícola] Lo sujetó violentamente por el cuello y le dijo: “¡Págame lo que me debes!”. Su compañero se arrodilló delante de él, suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré”. Pero el otro no quiso escucharle, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que liquidara la deuda. Los demás siervos, al ver todo esto, se sintieron consternados y fueron a contarle al amo lo que había sucedido. Entonces el amo hizo llamar a aquel siervo y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste; en cambio tú no has querido compadecerte de tu compañero como yo me compadecí de ti”. Y, encolerizado, el amo ordenó que fuera torturado hasta que toda la deuda quedase saldada.

Esto mismo hará mi Padre celestial con aquel de vosotros que no perdone de corazón a su hermano. (Mateo18:21-34)

Dios nos ha perdonado nuestros pecados y ha tenido que pagar un precio muy alto por ello, la vida de su hijo Jesús. Ahora, nos invita a perdonar a otros el mal que hayan podido hacer contra nosotros.

No siempre es fácil perdonar. Puede haber ocasiones en que hayamos sido heridos muy profundamente y cueste el poder otorgar el perdón a otros. Es cierto, no podemos negarlo. Sin embargo, Jesús nos motiva diciendo que tratemos a otros como nosotros hemos sido tratados por él.

Otorgar el perdón a aquellos que nos han pedido ser perdonados puede resultar doloroso, difícil y costoso, ahora bien, todavía lo es más cuando el perdón ha de ser dado unilateralmente a personas que ni siquiera han reconocido habernos ofendido o dañado. Creo, sin embargo, que nuestra misión como agentes de restauración pasa por perdonar incluso a aquellos que nunca nos han pedido ni nos pedirán perdón.

Piensa en tu vida personal ¿hay personas a las que te niegas a otorgarles el perdón? ¿Qué puedes hacer al respecto?