jueves, 13 de mayo de 2010

20. JESÚS RESTAURA LA RUPTURA DE MI RELACIÓN CON OTROS. EL MAL SE PROPAGA. II




En la anterior entrada vimos cómo el mal seguía propagándose y las consecuencias en forma de dolor físico y emocional que producía en las relaciones interpersonales.

En esta entrada vamos a ver un ejemplo más de este proceso de descomposición y la necesidad de atajar la expansión del mal.

JOSÉ Y SUS HERMANOS

Israel quería a José más que a sus otros hijos, porque lo había tenido cuando ya era anciano, y mandó que le hicieran una túnica de colores. Sus hermanos, al darse cuenta de que era el preferido de su padre, empezaron a odiarle y hablarle con malos modos.

En cierta ocasión , los hermanos de José se fueron a Siquén a apacentar las ovejas de su padre. Entonces Israel dijo a José: -Tus hermanos están apacentando las ovejas en Siquén, y he pensado que podías ir a verlos. El respondio: -Estoy a tu disposición. Su padre le dijo: -Vete a ver cómo están tus hermanos y luego tráeme noticias.

Así que lo envió desde el valle de Hebrón, y José se dirigió a Siquén.... José siguió buscando a sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron venir de lejos, y antes de que se acercara tramaron un plan para matarlo. Se dijeron unos a otros: -¡Ahí viene el de los sueños! Vamos a matarlo y a echarlo en uno de esos aljibes; después diremos que alguna fiera salvaje lo devoró, y veremos en qué paran sus sueños.

Pero Rubén, al oír esto, intentó librarlo de las manos de sus hermanos diciendo: -No le matemos. Y añadió: -No derraméis sangre; arrojadlo a este aljibe que está aquí en el desierto, pero no pongáis las manos sobre él. Rubén dijo esto porque su intención era salvarlo de ellos y devolverlo luego a su padre.

Al llegar José adonde estaban sus hermanos, le arrancaron la túnica de colores que llevaba y, agarrándolo lo arrojaron a un aljibe que estaba vacío, sin agua. Después se sentaron a comer.

Mientras comían, vieron venir una caravana de ismaelitas procedentes de Galaad, con los camellos cargados de resinas aromáticas, bálsamo y mirra, que transportaban a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: -¿Sacamos algún provecho si dejamos morir a nuestro hermano y encubrimos su muerte? Será mejor que lo vendamos a los ismaelitas en vez de poner nuestras manos sobre él; a fin de cuentas es nuestro hermano, es de nuestra propia sangre.

Sus hermanos asintieron; y cuando los mercaderes madianitas pasaron por allí, sacaron a José del aljibe y se lo vendieron a los ismaelitas por veinte siclos de plata. Así fue como se llevaron a José a Egipto
(Génesis 37)

¿Qué matices de la ruptura en las relaciones interpersonales puedes apreciar aquí? ¿Qué relación tenía Jacob/Israel con su hijo José? ¿Cómo afectó a los otros hermanos?

Piensa por un momento en las reacciones de los hermanos de José y piensa al mismo tiempo en tu propia experiencia. En ocasiones no podemos evitar que vengan a nuestra mente pensamientos o actitudes negativas hacia otros. ¿Te has sorprendido a ti mismo sentiendo envidia por el éxito de otro? ¿Te ha dado rabia que alguien haya conseguido algo que pensabas eras más merecedor? ¿Has considerado injusto que no recibas el mismo tratamiento que otros reciben?

Yo si. Muchas veces me he sorprendido de los pensamientos y actitudes que pueden venir a mi mente. Sé que no son correctos, los puedo identificar como mezquinos e indignos, pero vienen a mi mente y debo luchar con ellos. Es una evidencia en nuestra experiencia cotidiana de cómo el pecado ha producido una ruptura en nuestras relaciones interpersonales.


Hemos visto la historia de Adán y Eva, la de Caín y Abel, la de Esaú y su hermano Jacob y, finalmente, la historia de cómo José fue maltratado por sus hermanos. Las páginas de la Biblia, como las de la historia secular, nos dan ejemplo tras ejemplo de la ruptura de la relación entre los seres humanos, por tanto, era preciso regular la situación para permitir la convivencia.

La ilustración muestra la llamada "Estela de Hamurabi" encontrada en la antigua Mesopotamia y donde hallamos por primera vez escrita la que ha sido conocida como la Ley del Talión. En el Antiguo Testamento, en el libro de Levítico encontramos la versión bíblica de la misma que dice así:


Asímismo el que hiera mortalmente a cualquier persona, será castigado con la muerte. El que mate un animal deberá resarcir al dueño por él; animal por animal. Y al que hiera a su prójimo, se le pagará con la misma moneda: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; según la herida hecha a otro, igual se le hará a él.

El que hiera a un animal deberá resarcir por ello, mas el que hiera mortalmente a una persona, será castigado con la muerte. Juzgaréis con el mismo estatuto al extranjero que al nativo. Yo soy el Señor vuestro Dios.
(Levítico 24:17-21)

La ruptura en las relaciones interpersonales llega a manifestarse de formas violentas en las que unas personas sufren a manos de otras. La denominada ley del talión supone, a pesar de su crudeza, un avance significativo. Esta ley consuetudinaria permite a los humanos responder a una ofensa o un daño cualquier con otro igual o parecido, nunca excederlo.

Sin embargo, Jesús enseña y espera de sus seguidores un camino mejor y diferente.

Al llegar al final de esta entrada quisiera pedirte que tomaras un tiempo para pensar en todo lo leído. ¿Reflejan las historías que has leído de alguna manera tu propia historia? ¿Tienes relaciones con otras personas que están rotas? ¿Qué ha causado esa ruptura? ¿Qué efectos está produciendo en tu vida?



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