sábado, 28 de febrero de 2009

9. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO II. AMAR Y PERDONAR


Vamos a seguir viendo maneras prácticas y efectivas en que podemos ser agentes de restauración en un mundo roto y colaborar con Jesús en la tarea de restaurar el universo.

AMANDO AL ENEMIGO

De nuevo las palabras de Jesús nos ofrecen pautas radicales para poder actuar:

Sabéis que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis verdaderamente hijos de vuestro Padre que está en los cielos, pues él hace que el sol salga sobre buenos y malos y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si solamente amáis a los que os aman, ¿qué recompensa podéis esperar? ¡Eso lo hacen también los publicanos [recaudadores de impuestos]! Y si saludáis únicamente a vuestros compañeros, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Eso lo hacen también los paganos! Vosotros tenéis que ser perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial. (Mateo 5:38-42)

Jesús nos lanza un gran desafío, tratar bien a aquellos que nos tratan mal, amar a nuestros enemigos. Afirma que eso es lo que nos distinguirá como agentes de restauración y, como en el caso de buscar activamente la paz, en auténticos cristianos. Al fin y al cabo, tratar bien a los que nos tratan bien sería algo normal y dentro de lo que se espera de cualquier persona normal y no ética corrupta.

Cuando Jesús habla de amar usa la palabra griega ágape. Los griegos tenían tres términos diferentes para hablar del amor, eros, que utilizaban para referirse al amor físico. Fileo, que usaban para definir el amor que tenemos hacia alguien porque es digno de ser amado y recibir nuestro amor y, finalmente, el término ágape, que se usaba para definir el amor incondicional.

El amor ágape nace de la voluntad del que ama. No es un estado emocional, es una decisión voluntaria de buscar el bien de la persona objeto de ese amor. Es un acto de voluntad que se hace de forma incondicional, no porque la persona lo merezca, se hace incluso a pesar de que la persona destinataria de nuestro amor no lo merezca. El amor ágape toma la iniciativa de buscar el bien del otro y es, en ocasiones, costoso y doloroso.

Cuando Jesús nos dice que amemos a nuestros enemigos no nos está pidiendo que tengamos emociones positivas hacia ellos. Ágape no está vinculado a, o dependiente de las emociones. Nos está pidiendo que de manera intencional, como un acto generado en nuestra voluntad, busquemos beneficiar a estas personas.

Un mundo roto clama por venganza y pagar con la misma moneda. Se espera de un agente de restauración que actúe de forma diferente.

Piensa por un momento ¿Hay situaciones en tu vida que requieren de ti que actúes de esta manera?

PERDONANDO AL QUE NOS HA HECHO DAÑO

Jesús sigue enseñándonos cómo podemos ser agentes de restauración en un mundo roto y lo hace aprovechando una oportunidad que le puso en bandeja Pedro, uno de sus seguidores.

Pedro, acercándose entonces a Jesús le preguntó: Señor, ¿Cuántas veces he de perdonar a mi hermano si me ofende? ¿Hasta siete veces?

Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Y es que el reino de los cielos puede compararse a un rey que quiso hacer cuentas con la gente que tenía a su servicio. Para empezar, se le presentó uno que le debía diez mil talentos [El talento era la moneda más importante del Imperio Romano. Podía fácilmente equivaler al salario anual de una persona. Por tanto, diez mil talentos representaba una cantidad difícil de procesar para una persona]. Y como no tenía posibilidades de saldar su deuda, el amo mandó que lo vendieran como esclavo a él, a su esposa y a sus hijos junto con todas sus propiedades para que así saldara la deuda. El siervo cayó entonces de rodillas delante de su amo, suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré todo. El amo tuvo compasión de su siervo; le perdonó la deuda y le dejó ir libremente.

Pero al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios. [El denario equivalía al salario diario de un jornalero agrícola] Lo sujetó violentamente por el cuello y le dijo: “¡Págame lo que me debes!”. Su compañero se arrodilló delante de él, suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré”. Pero el otro no quiso escucharle, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que liquidara la deuda. Los demás siervos, al ver todo esto, se sintieron consternados y fueron a contarle al amo lo que había sucedido. Entonces el amo hizo llamar a aquel siervo y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste; en cambio tú no has querido compadecerte de tu compañero como yo me compadecí de ti”. Y, encolerizado, el amo ordenó que fuera torturado hasta que toda la deuda quedase saldada.

Esto mismo hará mi Padre celestial con aquel de vosotros que no perdone de corazón a su hermano. (Mateo18:21-34)

Dios nos ha perdonado nuestros pecados y ha tenido que pagar un precio muy alto por ello, la vida de su hijo Jesús. Ahora, nos invita a perdonar a otros el mal que hayan podido hacer contra nosotros.

No siempre es fácil perdonar. Puede haber ocasiones en que hayamos sido heridos muy profundamente y cueste el poder otorgar el perdón a otros. Es cierto, no podemos negarlo. Sin embargo, Jesús nos motiva diciendo que tratemos a otros como nosotros hemos sido tratados por él.

Otorgar el perdón a aquellos que nos han pedido ser perdonados puede resultar doloroso, difícil y costoso, ahora bien, todavía lo es más cuando el perdón ha de ser dado unilateralmente a personas que ni siquiera han reconocido habernos ofendido o dañado. Creo, sin embargo, que nuestra misión como agentes de restauración pasa por perdonar incluso a aquellos que nunca nos han pedido ni nos pedirán perdón.

Piensa en tu vida personal ¿hay personas a las que te niegas a otorgarles el perdón? ¿Qué puedes hacer al respecto?



8. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO I. BUSCANDO LA PAZ



Dios nos invita a seguirle para restaurar en nosotros las cuatro grandes rupturas producidas por el pecado, pero también quiere que le sigamos para colaborar con Él en la tarea de hacer que el universo sea lo que Dios pretendió y el pecado no permitió que fuera. Jesús nos convierte en agentes de restauración en un mundo roto y fracturado por el pecado.

Este trabajo de ser agentes de restauración lo llevamos a cabo en el contexto de la vida cotidiana. Es en nuestro centro de trabajo o estudios, en nuestra familia, con nuestros amigos, en nuestro bloque de viviendas donde somos llamados a traer restauración a un mundo en fractura.

El trabajo de colaborar con Jesús en su proceso restaurador del universo no es algo reservado a personas “profesionales” con formación y experiencia teológica. El privilegio y responsabilidad de ser un restaurador es dado a todo cristiano.

La estrategia de Jesús es brillante, se trata de penetrar todos los segmentos de la sociedad de forma vírica, porque allí donde hay un seguidor de Jesús, en cualquier ámbito, hay un potencial agente de restauración, no para hacer adeptos de la fe cristiana, sino para traer restauración a un mundo fragmentado. Su estrategia no consiste en que las personas rotas vayan a la iglesia para ser restauradas, contrariamente, consiste en llevar el poder sanador y restaurador de la iglesia a un mundo roto.

Como veremos más adelante, no hay posiciones neutrales en esta lucha, o somos agente de ruptura y añadimos más fragmentación a este mundo roto o, por el contrario, somos agentes de sanación y restauración.

¿Cómo pues en la práctica podemos actuar como agentes de restauración?

Veamos los consejos de Jesús y Pablo, uno de sus seguidores, al respecto.

TRABAJANDO A FAVOR DE LA PAZ

Felices los que trabajan a favor de la paz, porque Dios los llamará hijos suyos. (Mateo 5:9)

Estas palabras de Jesús son sencillas y poderosas. Indican que una de las características que identifican a los auténticos hijos de Dios, no aquellos que se denominan como tales, es el trabajo activo y esforzado a favor de la paz. Los hijos de Dios son pacificadores. En la práctica significa que podemos y debemos apoyar todas las causas que favorezcan la paz entre los pueblos, las naciones, las familias, los individuos. Significa también que debemos meditar muy seriamente si nuestras acciones, nuestras actitudes, favorecen o dificultan la paz. Es importante señalar que Jesús habla de aquellos que activa e intencionalmente buscan la paz. No se trata, pues, únicamente, de no crear conflictos sino de traer paz a personas rotas y a un mundo roto.

Piensa por un momento en tu realidad personal ¿eres un agente de conflictividad o, por el contrario, alguien que trabaja por la paz? ¿Qué situaciones hay a tu alrededor que demandan tu trabajo activo a favor de la paz?

AMANDO AL ENEMIGO

Sabéis que se dijo. Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no recurráis a la violencia contra el que os haga daño. Al contrario, si alguno te abofetea en una mejilla, preséntale también la otra. Y al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, cédele el manto. Y si alguno te fuerza a llevar una carga durante una milla, llévasela dos. A quien te pida algo, dáselo; y a quien te ruegue que le hagas un préstamo, no le vuelvas la espalda. (Mateo 5:38-42)

Estas palabras de Jesús no son fáciles y la primera tentación, sin ninguna duda, es relativizarlas y tratar de suavizarlas. Sin duda nos ofrece y pide un cambio de paradigma. Tanto si las tomamos de forma literal como si deseamos encontrar principios básicos de actuación, nos demandan un cambio en nuestra percepción de las cosas y en nuestra manera de vivir y afrontar los conflictos.

Jesús nos hace una invitación a responder al conflicto con humildad y frenando de forma radical la espiral de violencia y agresividad que nuestra sociedad y estilo de vida genera.

Nuevamente, piensa en tu realidad, es costoso, lo sé pero ¿Qué situaciones de agresión y tensión estás viviendo que te ofrecen una oportunidad de responder como agente de restauración?

domingo, 11 de enero de 2009

7. JESUS RESTAURA LA RUPTURA EN MI RELACIÓN CON DIOS IV. JESÚS VIVE EN MÍ


JESÚS VIVE EN TI

Jesús vive en cada uno de sus seguidores y lo hace por medio del Espíritu Santo.

Lo cierto es que se trata de un misterio. El misterio es definido como una dosis excesiva de realidad. El misterio es algo que va más allá de lo que la razón puede procesar.

No se trata de algo irracional, se trata más bien de algo suprarracional. Nuestro cerebro, limitado por definición, no puede procesar ciertas dimensiones de la realidad, es demasiado para él. Si me permites una ilustración es como intentar cargar Windows Vista Professional en un viejo ordenador 386. Es demasiado para el procesador, no puede manejar semejante carga de información. Eso es misterio.

Jesús, justo antes de ascender a los cielos después de su resurrección afirmó:
  • Dios me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a los habitantes de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:18-29)
El anónimo escritor del libro de los Hebreos abunda en la misma idea
  • Ya que es Dios mismo quien ha dicho: Nunca te abandonaré; jamás te dejaré solo (Hebreos 13:5)
Cuando Jesús vivió en está tierra como ser humano estaba limitado, como cualquiera de nosotros, por el tiempo y el espacio. Si estaba en Jerusalén no podía estar en Jericó. De hecho, cuando en una ocasión se produce la muerte de uno de sus amigos íntimos, Lázaro, las hermanas del difunto le reprochan no haber estado allí para salvar a su hermano (Juan 11). Era cierto, Jesús se encontraba en otra parte del país. Sin embargo, ahora, por medio de su Espíritu puede vivir en cada uno de nosotros, sin las limitaciones que impone el tiempo y el espacio. Eso es misterio.

Adán y Eva vivieron escondiéndose de Dios debido a la ruptura en la relación con Él. Jesús al restaurar esa fractura nos da el privilegio de poder acceder libremente en todo tiempo y lugar a la presencia de Dios. De nuevo, el escritor del libro de Hebreos usa una ilustración con gran fuerza gráfica.
  • Pues no tenemos un sumo sacerdote [Jesús] incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, excepto el pecado, ha experimentado todas nuestras pruebas. Acerquémonos, pues, llenos de confianza a ese trono de gracia, seguros de encontrar la misericordia y el favor divino en el momento preciso. (Hebreos 4:15 y 16)
El protocolo en las cortes orientales era muy estricto. En la corte persa, por ejemplo, una persona no podía nunca acercarse a la presencia del rey sin haber sido expresamente llamado. Hacerlo podía significar la muerte de quien osara acercarse, a menos, que el monarca extendiera su cetro y tocara el hombro del osado individuo. En aquel caso, se le concedía gracia, podía vivir y acercarse al monarca. En caso contrario era condenado a muerte.

La imagen gráfica del libro de Hebreos es la de la corte oriental. Toda ella está reunida en el salón del trono ante el monarca. Nobles, dignatarios, embajadores, altos oficiales, gobernadores, todos ante la presencia del rey siguiendo el rígido protocolo.

De repente, las puertas se abren y un niño entra corriendo en la sala y se dirige al trono donde, ante el asombro de todos es acogido y recibe toda la atención. ¡Es el hijo del rey! puede acercarse cuando quiera, para lo que quiera. Puede acercarse con total y absoluta confianza. No importa el protocolo, ese es su privilegio y derecho.

Esta es la idea que transmite el escritor de Hebreos. Tenemos el derecho de acercarnos cuando queramos al trono de Dios, donde nos espera el mismo Jesús, aquel que ha sido ser humano como tú y yo y, por tanto, puede entender muy bien cualquier situación que le puedas plantear, él ha estado allí y comprende.

PERDONADO

Finalmente, nuestra ruptura ha sido restaurada y hemos recibido de parte de Dios total y absoluto perdón.
  • Con la muerte de su hijo [Jesús] y en virtud de la riqueza de su bondad, Dios nos libera y nos perdona los pecados. (Efesios 1:7)
  • El es quien nos ha rescatado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, del que nos viene la liberación y el perdón de los pecados. (Colosenses 1:13 y 14)
Simplemente, para acabar, piensa en el contraste entre la situación de Adán y Eva y la nuestra propia. Somos perdonados, declarados inocentes, rescatados, convertidos en hijos y el mismo Jesús vive en nosotros por medio de su Espíritu.

Me gustaría pedirte que, por favor, leas estas palabras de Pablo escritas a las comunidades cristianas que se reunían en la ciudad de Colosas, actual Turquía:

  • Tambien vosotros estuvistéis en otro tiempo lejos de Dios y fuistéis sus enemigos por el modo de pensar y por las malas acciones. Ahora, en cambio, por la muerte que Cristo ha sufrido en su cuerpo mortal, Dios ha hecho la paz con vosotros para admitiros en su presencia como a pueblo consagrado, sin mancha y sin tacha. (Colosenses 1:21-22)
Si lo crees conveniente, dale gracias a Dios por haber restaurado la fractura en nuestra relación con Él.

6. JESUS RESTAURA LA RUPTURA EN MI RELACIÓN CON DIOS III. APRENDER A VIVIR EN LIBERTAD



Los actos de ser declarados justos, ser liberados del mercado de esclavos y ser adoptados como hijos, son tres actos de tipo jurídico o legal. Así queda registrado y así debe cumplirse. Desde ese momento la ley te percibe como inocente, libre e hijo, al margen de cómo tú puedas sentirte al respecto.

Es muy importante tener en cuenta este aspecto. Hay una dimensión objetiva y otra subjetiva. La objetiva es la que he mencionado anteriormente. Desde el punto de vista legal todo está solucionado y nada hay contra ti.

Pero desde el punto de vista subjetivo, aunque has sido declarado inocente puedes continuar sintiéndote culpable.

Desde el punto de vista subjetivo, aunque has sido liberado, puedes continuar manteniendo una mentalidad de esclavo y viviendo en real esclavitud.

Desde el punto de vista subjetivo, no importa que hayas sido adoptado como hijo y declarado heredero del Padre celestial, puedes continuar sintiéndote como indigno de ser ni siquiera un empleado de su casa.

Se trata, pues, de que aprendamos a vivir en nuestra realidad subjetiva, aquello que Dios ha conseguido para nosotros en el nivel objetivo. Creo que hay un ejemplo que puede ayudarte a entenderlo.

Cuando tras la guerra de secesión en los Estados Unidos la esclavitud fue abolida en 1863, desde el punto de vista legal y jurídico, automáticamente todos se convirtieron en hombres libres. Sin embargo, en la realidad del día a día, tuvieron que aprender a vivir como tales.

Nunca habían vivido en libertad ni actuado como hombres libres y todo en ellos, mentalidad, costumbres, cultura y entorno favorecía que continuaran viviendo como esclavos. De hecho, muchos nunca pudieron experimentar esa libertad que tenían. Algunos eran ignorantes del nuevo cambio legal, otros fueron forzados por sus antiguos amos a seguir viviendo en esclavitud, otros no querían vivir en libertad, preferían la predictibilidad de la vida que conocían.

Dios te ha declarado inocente, libre e hijo. Estos tres actos jurídicos están relacionados con la ruptura que sufrías en tu relación con Él. Forma parte del trabajo de restauración que está realizando para curar esa fractura. Sin embargo, que esto sea una realidad que experimentes en tu vida diaria puede ser que forme parte del proceso en que Dios restaure tu fractura interna. Pero eso, ya lo veremos más adelante.


lunes, 8 de diciembre de 2008

5. JESUS RESTAURA LA RUPTURA EN MI RELACIÓN CON DIOS II. INOCENTE, LIBERADO Y ADOPTADO COMO HIJO


Jesús explicó de forma gráfica y narrativa cómo Dios restauró la ruptura en nuestra relación con Él. El hijo regresa a casa y es recibido, perdonado, aceptado y restablecido en su condición filial.

Otras partes de la Biblia explican esta restauración de una manera más conceptual. Es cierto que no tienen la fuerza narrativa de la historia que Jesús explicó, sin embargo, usan imágenes muy poderosas que trataré de explicarte.

EL CONDENADO

  • Declarados justos por medio de la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 5:1)
Pablo, el seguidor de Jesús, escribe a las comunidades cristianas que se reunían por las casas en la ciudad de Roma, capital del Imperio. Usa esta frase -que puedes leer en su contexto original- para explicar cómo Jesús ha restaurado la ruptura en nuestra relación con el Padre.

Es muy interesante la expresión que usa declarados justos. Es un término extraído del vocabulario jurídico de la época y tiene una fuerza gráfica tremenda.

La idea es que hemos sido llevados ante un tribunal. Los cargos contra nosotros han sido presentados. El fiscal ha construido su caso. La defensa, el suyo. Ha llegado el momento de dictar sentencia y el juez nos declara justos, es decir, en el lenguaje actual, no culpables.

Hemos sido declarados inocentes y, por tanto, libres de toda culpa y, consecuentemente, como indica Pablo, en paz con Dios. Si recuerdas, fue la culpa lo que llevó a Adán y Eva a esconderse de la presencia de Dios en el jardín de Edén. Ahora, no hay más necesidad para continuar escondiéndonos de Dios, somos inocentes, no hay culpa, ha sido perdonada y el tribunal nos ha declarado ¡Justos!


EL ESCLAVO

  • Debéis saber que habéis sido liberados de la estéril situación heredada de vuestros mayores, no con bienes caducos como son el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin mancha y sin tacha. (1 Pedro 1:18-19)
En este ocasión es Pedro, otro de los primeros seguidores de Jesús, quien escribe y también usa otra figura con mucha fuerza gráfica, la del mercado de esclavos. El lenguaje que usa el escritor está lleno de los términos que se usaban para las transacciones en cualquiera de los innumerables mercados de esclavos que existían en el mundo romano.

Pedro indica que Jesús fue al mercado, hizo la transacción legal de pagar el precio que el traficante exigía y nos concedió la libertad. Este acto jurídico recibía el nombre de redención. Quién pagaba el precio era el redentor y, el precio pagado era denominado rescate.

Nada de lenguaje religioso, todos los términos son sacados del mundo comercial. Jesús es nuestro redentor, pagó el precio o rescate para nuestra liberación y ese precio, como indica Pedro, fue altísimo, nada de oro o plata, sino su propia vida, su sangre derramada para restaurar nuestra ruptura.


EL ADOPTADO

  • Pero a cuantos lo recibieron [Jesús] y creyeron en él, les concedió el llegar a ser hijos de Dios. Estos son los que nacen no por generación natural, por impulso pasional o porque el ser humano lo desee, sino que tienen por Padre a Dios. (Juan 1:12-13)
  • Los que se dejan conducir por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. En cuanto a vosotros, no habéis recibido un Espíritu que os convierta en esclavos, de nuevo bajo el régimen del miedo. habéis recibido un Espíritu que os convierte en hijos y que nos permite exclamar: "¡Padre!". Y ese mismo Espíritu es el que uniéndose al nuestro da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo... (Romanos 8: 14-17)
  • Pero, al llegar el momento cumbre de la historia, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para liberarnos del yugo de la ley y alcanzar la condición de hijos adoptivos de Dios. Y prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado el Espíritu de su hijo a vuestros corazones: y el Espíritu clama ¡"Papá"!. Así que ya no eres esclavo, sino hijo. Y como hijo que eres, Dios te ha declarado también heredero. (Gálatas 4:4-7)
Juan y, nuevamente Pablo, usan otra figura gráfica que nos trae recuerdos de la historia contada por Jesús. Dios nos ha convertido en sus hijos y herederos. La fractura ha sido restaurada y hemos sido elevados desde la categoría de enemigos y en rebelión abierta contra Dios a la de hijos y herederos. Hemos sido elevados al mismo nivel en que Jesús está, por eso la Biblia dice que Él, es el hermano mayor de todos nosotros.


lunes, 24 de noviembre de 2008

4. JESÚS RESTAURA LA RUPTURA EN MI RELACIÓN CON DIOS I. DE VUELTA A CASA


Jesús nos invita a seguirle para que pueda restaurar en nosotros las cuatro grandes rupturas que el pecado, nuestra rebelión contra Dios, produjo en nosotros. La primera de las fracturas que desea restaurar es nuestra relación con Dios.

En el evangelio de Lucas, en el capítulo 15, Jesús explicó una historia que ilustra a la perfección esa restauración que desea llevar a cabo en nuestra relación con Dios.

  • Contó Jesús esta otra parábola: -Un hombre tenía dos hijos. El más joven le dijo: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde." Y el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte y se marchó lejos, a otro país, donde todo lo derrochó viviendo desenfrenadamente. Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible, y él comenzó a pasar necesidad. Fue a pedir trabajo a uno del lugar, el cual le mandó a sus campos a apacentar cerdos. Y deseaba llenar el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: ¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de hambre! Volveré a la casa de mi padre, y le diré: "Padre he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame como a uno de tus trabajadores." Así que se puso en camino y regresó a casa de su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre le vio y, sintiendo compasión de él, corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: "Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo." Pero el padre ordenó a sus criados: "Sacad pronto las mejores ropas, y vestidle; ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traed el becerro cebado, y matadlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta, porque este hijo mío estaba muerto, y ha vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!" Y comenzaron a hacer fiesta. (Lucas 15:11-24)
Esta historia contada por Jesús narra el viaje espiritual de todo ser humano. Un viaje que le lleva lo más lejos posible de Dios en su búsqueda de sentido, propósito y realización. Un viaje motivado por la creencia de que la vida al margen de Dios es una alternativa mejor.

El protagonista de esta narración decidió volver a casa. Su experiencia vital no fue la que esperaba. Sus expectativas no se vieron cumplidas y optó por regresar junto a su padre.

Es una historia bonita, el regreso del hijo perdido, pero lo cierto es que no todos los hijos regresan a casa. Muchos nunca vuelven, y no lo hacen por diferentes razones. Algunos de ellos se ven impedidos por su orgullo. No siempre es fácil aceptar que la aventura de vivir independiente ha terminado en fracaso. Reconocer que los sueños no se han cumplido, las expectativas no se han satisfecho.

Otros deciden no regresar porque no creen que la solución consista en volver al lugar de donde salieron. Ya lo conocen, ya lo han visto, ya lo han experimentado, ya saben lo que puede dar de sí y, consecuentemente, no es una opción que puedan considerar.

También hay aquellos que tienen una visión equivocada del padre. Creen que si regresan lo único que les espera es juicio, condena, rechazo y el típico, "lo ves, ya te dije que las cosas no irían bien" Ya es bastante duro tener que lidiar con el fracaso personal para además, añadir el juicio, el reproche y la condenación de los demás y tal vez, incluso el rechazo.

Pero hemos de ser honestos y sinceros. No todos fracasan en su viaje alejándose de Dios. Existen muchas personas que están satisfechas, llenas y realizadas y consideran que su decisión de marchar de la casa del padre fue la mejor que podían tomar.

Pero nosotros, como seguidores de Jesús, nos sentimos identificados con el muchacho que decide volver a la casa del Padre, porque entendemos que allí existe la posibilidad de encontrar todo aquello que fuera no encontramos o, si lo encontramos, no nos satisfizo como esperábamos

Aquel muchacho tenía una visión muy realista de lo que podía esperar al regresar al hogar paterno. No soñaba con volver a ocupar su lugar como hijo. Lo máximo a lo que aspiraba era a ser admitido como un trabajador, como un empleado de su padre. Era muy consciente que lo que había hecho -pedir en vida la herencia del padre- equivalía a una tremenda ofensa -en la cultura del próximo oriente, su petición, cuando el progenitor todavía vivía, equivalía a expresar su deseo de que el padre estuviera ya muerto. Con la esperanza de ser aceptado como un simple empleado emprendió el regreso a casa.

La distancia cultural con el tiempo de Jesús puede impedirnos apreciar los detalles que, sin ninguna duda, no pasaron desapercibidos para los oyentes que escuchaban su narración.

En primer lugar, Jesús indicó que el padre, cuando todavía estaba lejos, corrió a su encuentro. Déjame comentarte dos aspectos culturales muy importantes. Primero, el padre corrió. En oriente medio una persona respetable nunca corre. Esa conducta sería totalmente reprochable y deshonrosa a los ojos de sus vecinos. Aquel padre se estaba poniendo en ridículo a los ojos de sus amigos y vecinos. ¿Qué llevó a aquel hombre respetable a actuar de esa manera?

La vida de su hijo. La conducta de aquel muchacho había sido tan grave que según las leyes de aquel tiempo, cualquier persona del lugar, al ver volver al hijo que había deshonrado a su padre, tenía pleno derecho a matarlo. Es cierto, así lo indican las leyes del Antiguo Testamento (Deuteronomio 21:18-20). La única manera de salvarlo era abrazarlo antes de que alguien pudiera quitarle la vida. El abrazo era la señal que el padre había perdonado a su hijo y, por tanto, preservaba su vida. A aquel padre no le importó el ridículo que comportaba correr si con ello podía salvarlo.

En segundo lugar, El anillo en el dedo. El padre pide que se le coloque un anillo en su dedo. El simbolismo es muy grande. El anillo es el símbolo de pertenencia a la familia. El hijo era recibido de nuevo como miembro de la misma. No era aceptado como un simple trabajador, era aceptado con todos sus derechos como integrante del grupo familiar.

En tercer lugar, calzado en sus pies. También esta acción está cargada de valor simbólico. Sólo los siervos iban descalzos, no así los miembros de la familia. El padre está indicando claramente el status en el que el muchacho es aceptado. No como siervo o empleado, sino como hijo.

Finalmente, ordena que se celebre fiesta. No es el tiempo de los reproches. No palabras de juicio, recriminación, condena o nada similar. Es el tiempo de celebración, de disfrutar, porque el hijo que se había perdido ha sido recuperado sano y salvo.

Esta historia narra tu viaje espiritual y el mío. Jesús restaura nuestra relación rota con Dios. Cuando nos convertimos -cambiamos de dirección, nos reorientamos- Él nos acepta como sus hijos y de nuevo nos incorpora a su familia con todos los derechos. Ya no hay necesidad de seguir escondiéndonos de Dios, puesto que nos espera y nos acepta con los brazos abiertos. La ruptura con Dios ha quedado restaurada. De nuevo en casa, de nuevo hijos, de nuevo herederos.

Por favor, párate en este momento, da gracias a Dios porque la ruptura en tu relación con Él ha sido restaurada, porque te ha convertido en su hijo y heredero. Después lee lo que al respecto el apóstol Pablo -otro seguidor de Jesús- escribió a los cristianos que se reunían en la ciudad de Efeso

  • Tiempo hubo en que vuestras culpas y pecados os mantenían en estado de muerte... Pero la piedad de Dios es grande e inmenso su amor hacia nosotros. Por eso, aunque estábamos muertos en razón de nuestras culpas, nos hizo revivir junto con Cristo -¡Vuestra salvación es pura generosidad de Dios!- (Efesios 2:1-10)


lunes, 10 de noviembre de 2008

3. PAGAR EL PRECIO


En el evangelio que escribió Lucas leemos la siguiente historia relacionada con seguir a Jesús:

  • Después de esto, Jesús salió y se fijó en uno de los que cobraban impuestos para Roma. Se llamaba Leví, y estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos. Jesús le dijo: Sígueme. Entonces Leví se levantó, y dejándolo todo siguió a Jesús. (Lucas 5:27 y 28)
Como ya hemos mencionado anteriormente, Jesús nos invita a seguirle para que pueda restaurar en nosotros las cuatro rupturas producidas por el pecado y para que nos unamos a Él en su misión de restaurar el mundo, de hacer que el universo pueda llegar a ser aquello que Dios pretendió y el pecado impidió que fuera.

Pero para poder seguir a Jesús hay un precio que se debe pagar. Hay cosas que debemos dejar para poder entregarnos a la tarea de colaborar con Él. Hay cosas, que a menos que las abandonemos, impedirán que Jesús nos restaure y podamos colaborar con Él en restaurar a otros.

Seguir a Jesús implica la necesidad de pagar un precio. Leví, el funcionario de hacienda, pagó un precio. El evangelio de Lucas nos indica que Pedro, Santiago y su hermano Juan dejaron su negocio de pesca para seguir a Jesús (Lucas 5:11)

Los relatos de los diferentes evangelios nos muestran a personas que deseaban seguir a Jesús, sin embargo, cuando el Maestro les indicó el precio que debían de pagar no estuvieron dispuestos. Marcos nos narra uno de esos intentos fracasados de seguimiento de Jesús

  • Cuando Jesús iba a seguir su viaje, llegó un hombre corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó: -Maestro bueno, ¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contesto: -¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios. Ya sabes los mandamientos: "No mates, no cometas adulterio, no robes, no mientas en perjuicio de nadie, ni engañes, y honra a tu padre y a tu madre." El hombre le dijo: -Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven. Jesús le miró con afecto y le contestó: -Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego ven y sígueme. El hombre se afligió al oír esto, y se fue triste, porque era muy rico. (Marcos 10:17-22)
Sin duda, su deseo de seguir a Jesús era sincero y honesto. Desgraciadamente, el precio que debía pagar era demasiado alto para él.

No se puede seguir a Jesús sin pagar un precio. Cada persona tiene que asumir un precio único y singular. No hay comparaciones posibles. Lo que Jesús le pida a fulanito es totalmente diferente de lo que puede pedirle a menganito. El precio es personal, singular y único. Aquello que se le exige a una persona puede parecer ridículo a los ojos de otra. No importa, el precio es algo muy íntimo y personal que no puede ser comparado ni cuantificado con el precio de otra persona.

Jesús no quiere creyentes, desea seguidores. Creer puede ser simplemente una mera cuestión intelectual. Creer puede convertirse únicamente en estar de acuerdo con ciertas proposiciones cognitivas, cierta información factual, una determinada cosmovisión. Seguir a Jesús implica un estilo de vida diferente, radical, contracultural.

Se puede creer en Jesús sin necesidad de apenas modificar nuestra forma de vivir. Es imposible seguirle sin modificar nuestra manera de vivir.

Tal vez es por eso, que Jesús nos invita a calcular bien ese precio antes de tomar una decisión impulsiva, no meditada, no pensada, no calculada. Lee estas palabras que dirigió a un grupo de personas que deseaban seguirle y que encontrarás en el evangelio de Lucas
  • Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Si alguno de vosotros quiere construir una torre, ¿Acaso no se sentará primero a calcular los gastos y ver si tiene dinero para terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, si no puede terminarla, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: "Este hombre comenzó a construir, pero no pudo terminar." O si un rey tiene que ir a la guerra contra otro rey, ¿No se sentará primero a calcular si con diez mil soldados podrá hacer frente a quien viene a atacarle con veinte mil? Y si no puede hacerle frente, cuando el otro rey esté todavía lejos, le enviará mensajeros a pedir la paz. (Lucas 14:27-32)

Hay un precio a pagar por seguir a Jesús y es personal y único. Pero déjame decirte que ese precio es también dinámico. Lo es, porque así es la vida, dinámica. No somos seres estáticos, estamos en constante, continuo y creciente cambio y, consecuentemente, nuevas circunstancias, nuevas experiencias y nuevos estados se incorporan a nuestra realidad vital. Eso implica que nuevos precios deben de ser pagados. Nuevas cosas deben de ser dejadas. Nuevas decisiones deben ser tomadas.

Por tanto, si la vida es dinámica, nuestro seguir a Jesús debe serlo y, deberemos evaluar si hay nuevos precios que Él nos pide que paguemos, nuevas cosas que nos demanda dejar. Jesús mismo habló de este aspecto dinámico de seguirlo a Él.

  • El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se destruye a sí mismo? (Lucas 9:22-27)
Déjame llamarte la atención acerca de dos palabras de Jesús, cada día. Reflejan muy bien el carácter dinámico del que antes hablábamos. Cada día hemos de evaluar si existen precios que hemos de pagar, cosas que hemos de dejar que nos pueden impedir el seguir a Jesús, que pueden impedir que restaure en nosotros las cuatro rupturas. Que puedan impedir que nos convirtamos en agentes de restauración en un mundo roto.

Me gustaría pedirte que hablaras con Jesús. Sé honesto y sincero con Él. Trata de identificar qué precio te pide que pagues para poderlo seguir y colaborar con Él.