miércoles, 14 de octubre de 2009

14. JESÚS ME INVITA A SER UN AGENTE DE RESTAURACIÓN EN UN MUNDO ROTO VII. COMPARTIR LA BUENA NOTICIA


COMPARTIR LAS BUENAS NOTICIAS

Podemos colaborar con Jesús como agentes de restauración cuando compartimos con otras personas el Evangelio.

Evangelio es una palabra griega que significa, buena noticia.

Para un mundo roto y fracturado por el pecado la buena noticia es que existe la posibilidad de restauración. Jesús puede restaurar en nuestra experiencia como seres humanos esas cuatro grandes rupturas –interna, con Dios, con otros y con la creación- que nuestra rebelión contra El ha provocado en toda persona.

El evangelio es una buena noticia porque nos ayuda a entender la complejidad de la experiencia humana. El evangelio nos ayuda a comprender por qué experimentamos toda la gama de emociones y estados de ánimo que nos caracterizan. Nos explica los orígenes de nuestra conducta y nuestra dificultad para relacionarnos con otros. El evangelio nos ayuda a entender por qué en vez de cuidar la creación de Dios la destruimos de forma implacable y, tal vez, irremediable.

Pero el evangelio no se queda ahí. No sólo diagnostica los problemas y nos explica el origen de los mismos, sino que también nos dice que existe una solución y esa solución pasa por volvernos hacia Dios y permitir que puede restaurar en nosotros esas cuatro grandes rupturas producidas por nuestro alejamiento de Él.

Ya hemos hablado de la importancia de ser agentes de restauración en nuestro medio ambiente, en nuestro trabajo, nuestros estudios, nuestra familia, nuestro vecindario, entre nuestras amistades. En todos estos ámbitos debemos estar activa e intencionalmente buscando oportunidades para restaurar, para hacer el bien, para no desentendernos.

OBSERVANDO A JESÚS

Cuando leemos los relatos de la vida de Jesús vemos que siempre fue sensible a la situación de las personas con las que se encontraba.

Jesús siempre tuvo en mente la restuaración total e integral de todo ser humano. Nunca perdió de vista que este era su objetivo final, personas restauradas en sus cuatro rupturas.

Pero, al mismo tiempo, cuando Jesús interactuó con los individuos siempre fue sensible a las necesidades inmediatas y sentidas de esas personas.

Jesús trabajó con las necesidades sentidas y con las necesidades profundas. Ambas fueron importantes para él y nunca hizo una distinción. Una necesidad sentida era ser curado de la lepra, una necesidad profunda era ser restaurado en la relación con Dios. Ambas, sentidas y profundas forman parte de la misma realidad humana.

Lo vemos en su manera de actuar. En ocasiones, Jesús solamente compartió la buena noticia y no alimentó, ni sanó, ni expulsó demonios. En otras ocasiones, sanó pero no habló acerca de acercarse a Dios. En otras, hizo conjuntamente ambas cosas. Lo que vemos es que Jesús, sin perder el objetivo final, siempre fue sensible a la realidad y necesidad única y singular de cada persona con quien se relacionaba.

Jesús nos invita a nosotros a proceder de la misma manera.

DIOS ACTUANDO POR MEDIO NUESTRO

Cuando planteamos la necesidad de compartir la buena noticia no estamos hablando de hacer adeptos para una religión, tampoco que las personas se hagan miembros de nuestra iglesia ni que sean como nosotros.

Nos referimos a invitarlos a acercarse a Dios para que pueda restaurar sus vidas de forma integral y puedan convertirse en seguidores de Jesús y en agentes restauradores que puedan sanar a otros. Nosotros somos personas en proceso de restauración que invitamos a otros a unirse a ese proceso.

Pablo, el seguidor de Jesús, al escribir a los cristianos que se reunían en la ciudad griega de Corinto lo expresó de esta manera:

Todo se lo debemos a Dios que nos ha puesto en paz con él por medio de Cristo y nos ha confiado la tarea de llevar esa paz a los demás. Porque sin tener en cuenta los pecados de la humanidad, Dios hizo la paz con el mundo por medio de Cristo y a nosotros nos ha confiado ese mensaje de paz. Somos, pues, embajadores de Cristo y es como si Dios mismo os exhortara sirviéndose de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que hagáis las paces con Dios. (2 Corintios 5:18-20)

Es tremendo pensar que Dios está a través nuestro pidiéndole a las personas que se reconcilien y hagan las paces con Él. Ayudar en este proceso de reconciliación forma parte de nuestro trabajo como agentes de restauración.

Mateo, uno de los primeros seguidores de Jesús, nos marra un episodio de la vida del Maestro

Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Y, al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido porque estaban maltrechos y desalentados como ovejas sin pastor. Dijo entonces a sus Discípulos: -la mies [cosecha]es mucha, pero son pocos los trabajadores. Por eso, pedidle al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies. (Mateo 9:35-38)

Piensa en todos los ámbitos en los que se desarrolla tu vida y que hemos mencionados anteriormente. Piensa en las personas con las que convives en esos ámbitos y míralos tal y como Dios los ve, como gente rota necesitada de ser restaurada.

Se práctico, por favor, toma papel y lápiz y anota el nombre de esas personas. Pensar en los ámbitos en que te mueves -familia, trabajo, estudios, amigos, asociados, etc.- te ayudará. Comienza a orar por ellos. Pídele a Dios te ayude a verlos con sus ojos y a poder ser un agente de restauración en sus vidas con tu vida.