miércoles, 26 de mayo de 2010

22. JESÚS RESTAURA LA RUPTURA DE MI RELACIÓN CON OTROS. UN CAMINO MEJOR. II



Lo visto hasta ahora

En la anterior entrada comenzamos a explorar el camino mejor y diferente que Jesús nos proponía ante la realidad de las relaciones rotas, el perdón.

Hablamos de la dificultad de perdonar a causa del dolor físico o emocional y la sensación de pérdida y abuso que la ofensa puede producir. Sin embargo, cuando alguien nos pide perdón y reconoce su culpa facilita el camino para perdonar.

Pero también introducimos el reto de hacerlo con aquellos que no nos piden perdón, aún más, con aquellos que ni tan sólo reconocen habernos ofendido. Hablamos de que perdonar era un acto unilateral que nosotros ejercíamos sin ninguna relación con la actitud de reconocimiento o no del ofensor.

Finalmente, acabamos preguntándonos dónde podríamos encontrar la fuerza y la motivación para perdonar tanto al que reconoce su culpa como al que no. Este es el propósito de esta entrada.

Dios rompe el círculo vicioso

El círculo ofensa --> dolor/pérdida/abuso --> relaciones rotas --> retribución/venganza --> + relaciones rotas, debe ser roto, la dinámica y espiral de ruptura debe ser cortada y Dios ha tomado la iniciativa de hacerlo.

La parábola de los dos deudores, en forma de narrativa, introduce el tema con claridad. Dios ha dado el primer paso para romper el círculo perdonándote todas tus deudas y ofensas hacia Él.

A estas alturas ya te habrás dado cuenta que tú y yo representamos aquel deudor con una cantidad imposible de pagar. Nuestras ofensas hacia Dios y hacia nuestro prójimo son tantas y tan grandes que nunca podríamos pagarla, sin embargo, como ya sabes, por medio de Jesús, Dios ha cancelado todas tus deudas con Él, te ha otorgado total perdón sin esperar ninguna retribución a cambio. El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad cristiana que se reunía en la ciudad griega de Corinto lo expresa de esta manera:

Porque, efectivamente, sin tomar en cuenta los pecados de los hombres, Dios hizo la paz con el mundo por medio de Cristo, y a nosotros nos ha confiado este mensaje de paz. (2 Corintios 5:19)

Es precisamente este perdón ofrecido de forma unilateral por Dios el punto de partida para que nosotros podamos perdonar a otros. Dicho de otro modo, Jesús espera que trate a otros como yo he sido tratado. Una y otra vez la Biblia nos enseña que el cimiento para poder perdonar a otros es el perdón recibido por Dios que nos permite iniciar un círculo virtuoso: perdón otorgado por Dios --> me libra de culpa y deuda --> me permite perdonar a otros --> puede guiar a relaciones restauradas.

Nada de acritud, rencor, ira, voces destempladas, injurias o cualquier otra suerte de maldad; desterrad todo eso. Sed, en cambio, bondadosos y compasivos; perdonaos unos a otros, como Dios os ha perdonado por medio de Cristo. (Efesios 4:31-32)

Soportaos mutuamente, y así como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros, si alguno tiene quejas contra otro. (Colosenses 3:13)

Si a ti y a mí nos ha sido perdonado tanto ¿Cómo vamos a negarle el perdón a otros? Ahora bien, si no valoro el perdón de Dios, si no tengo conciencia de que se me haya perdonado tanto y que sea tan valioso, difícilmente podrá generar su perdón la motivación necesaria para que perdone a otros. Jesús lo sabía y lo explicó con una de sus historias:

Había una vez un acreedor que tenía dos deudores, uno de los cuales le debía diez veces más que el otro. Como ninguno de los dos podía pagarle, los perdonó a ambos. ¿Cuál de ellos te parece amará más a su acreedor? -Simón contestó: -Supongo que aquel a quien perdonó la deuda mayor. -Jesús le dijo: -Tienes razón... A quien poco se le perdona, poco amor manifiesta. (Lucas 7:41-47)

Sólo aquel a quien mucho se le ha perdonado valorará el perdón y estará en condiciones de superar el dolor, el abuso y la sensación de pérdida causada por la ofensa, para poder perdonar a otros.

¿Te parece imposible perdonar a personas que te han hecho mucho daño? Piensa en el perdón que Jesús te ha otorgado, busca allí la motivación ¿No la encuentras, no trae claridad a tu mente respecto a qué deberías hacer? Entonces debes revisar el perdón que Dios te otorgó y pensar si lo estás valorando suficientemente.

¿Qué hacer con el dolor?

Ya hemos comentado que perdonar no significa minimizar, quitar importancia, negar el dolor que el abuso y la ofensa producen. Significa vivir por encima de ellos. La pregunta, por tanto, que viene a la mente es ¿Cómo gestionar el dolor si no hemos de negarlo?

Hay tres maneras de gestionar el dolor, dos incorrectas y una correcta. Una manera incorrecta es darle rienda suelta, es decir, generar amargura, resentimiento, deseos de venganza, autocompasión por el modo en que fuimos tratados, etc. El problema con esta alternativa de gestión es que nos destruye por dentro y nos impide sanar.

La segunda manera, también incorrecta, es negar el dolor. Pensar que un cristiano no puede ni debe alimentar semejantes sentimientos negativos o incluso destructivos hacia el ofensor. Negar tampoco permite sanar. Negar hace que lo que reprimimos aflore de una u otra manera, más tarde o más temprano.

La tercera y más correcta es echar todos esos sentimientos y dolor en Dios. ¿Cómo? Simplemente trayéndolos a la superficio, reconociéndolos, verbalizándolos con Dios por medio de la oración. Hablar con Dios de los sentimientos dolorosos que la ofensa produce nos permite hacer una catarsis, identificándolos, verbalizándolos y arrojándoselos a Dios quien puede manejarlos sin que le hagan daño, quien puede escucharlos sin juzgarnos y despreciarnos por ello. Es precisamente cuando reconocemos el dolor y los sentimientos negativos y los llamamos por su nombre cuando el proceso de curación puede darse. Ni negar, ni dar rienda suelta, reconocer y dárselos a Dios.

Jesús puede entender cómo te sientes. Ha experimentado lo mismo, ha estado en tu situación y puede empatizar contigo:

Pues Jesús no es un sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; todo lo contrario, ya que, excepto el pecado, ha pasado por las mismas pruebas que nosotros. Acerquémonos, pues, llenos de confianza, a ese trono de gracia, seguros de que la misericordia y el favor de Dios estarán a nuestro lado en el momento preciso. (Hebreos 4:15-16)

Jesús no va a escandalizarse de tus sentimientos por turbios que sean, gestiónalos con Él. Hazlo tantas veces como sea necesario. Tantas veces como el dolor aflore, habla con Él, verbalízalo, échalo sobre sus hombros, experimenta el alivio de poder explicar qué sientes y por qué lo sientes.

Tal vez en este mismo momento vale la pena que tomes un tiempo para hablar con Jesús sobre ofensas no perdondas, dolor no procesado, heridas no cerradas. Habla con Él. Explícale cómo te sientes, qué piensas, qué experimentas. Echa todo ese dolor sobre aquel que puede comprenderte.

martes, 25 de mayo de 2010

21. JESÚS RESTAURA LA RUPTURA DE MI RELACIÓN CON OTROS. UN CAMINO MEJOR. I


Antes de comenzar

Previamente a comenzar a leer esta entrada me gustaría que tomaras un breve tiempo para pensar en tu vida e identificar alguna persona o personas que te hayan hecho daño. Personas hacia las que tienes resentimiento por la forma en que te han tratado, por algo que sucedió en el pasado, o incluso está sucediendo en estos momentos. En definitiva, personas a las que no has perdonado y tu relación con ellas está rota. ¿Has podido identificarlas? ¡Perfecto, podemos continuar!

Lo visto hasta ahora

Desde que comenzamos esta sección hemos visto juntos varias cosas. Primero, comenzamos explicando el origen de la ruptura en las relaciones interpersonales. En la historia de Adán y Eva pudimos ver como el pecado nos enfrentaba y fracturaba nuestras relaciones. También pudimos ver alguna de las consecuencias, unos seres humanos dominan y abusan de otros aprovechando las diferencias. Nuestra historia esta llena de claros ejemplos.

Segundo, pudimos observar como el mal se iba extendiendo y afectaba a todo tipo de relaciones entre las personas. Las historias de Caín, matando a su hermano Abel, Jacob, engañando a su hermano Esaú con la complicidad de su madre y, finalmente, los hermanos de José, vendiéndolo como esclavo.

Tercero, hablamos de la Ley del Talión, "ojo por ojo y diente por diente". Todo y la crudeza de la misma suponía un avance significativo, la retribución por el mal hecho tenía que ser proporcional al mismo. La ley, ponía coto a las venganzas desproporcionadas, pero no resolvía el problema.

Jesús nos ofrece un camino diferente y mejor, el perdón

La historia que encontrarás a continuación ya has tenido la oportunidad de leerla. Sin embargo, es tan importante que vale la pena hacerla de nuevo.

Pedro, acercándose entonces a Jesús le preguntó: Señor, ¿Cuántas veces he de perdonar a mi hermano si me ofende? ¿Hasta siete veces?

Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Y es que el reino de los cielos puede compararse a un rey que quiso hacer cuentas con la gente que tenía a su servicio. Para empezar, se le presentó uno que le debía diez mil talentos [El talento era la moneda más importante del Imperio Romano. Podía fácilmente equivaler al salario anual de una persona. Por tanto, diez mil talentos representaba una cantidad difícil de procesar para una persona]. Y como no tenía posibilidades de saldar su deuda, el amo mandó que lo vendieran como esclavo a él, a su esposa y a sus hijos junto con todas sus propiedades para que así saldara la deuda. El siervo cayó entonces de rodillas delante de su amo, suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré todo. El amo tuvo compasión de su siervo; le perdonó la deuda y le dejó ir libremente.

Pero al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios. [El denario equivalía al salario diario de un jornalero agrícola] Lo sujetó violentamente por el cuello y le dijo: “¡Págame lo que me debes!”. Su compañero se arrodilló delante de él, suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré”. Pero el otro no quiso escucharle, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que liquidara la deuda. Los demás siervos, al ver todo esto, se sintieron consternados y fueron a contarle al amo lo que había sucedido. Entonces el amo hizo llamar a aquel siervo y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste; en cambio tú no has querido compadecerte de tu compañero como yo me compadecí de ti”. Y, encolerizado, el amo ordenó que fuera torturado hasta que toda la deuda quedase saldada.

Esto mismo hará mi Padre celestial con aquel de vosotros que no perdone de corazón a su hermano. (Mateo18:21-34)

El diccionario define perdonar del siguiente modo, remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente. Es decir, no tenerle en cuenta a otros la ofensa que nos han hecho, no pagarles como se merecen, no esperar que nos compensen por el mal causado.

El precio del perdón

Lo que Jesús nos pide no es fácil en absoluto. Nos propone que pasemos por alto la ofensa, que no esperemos compensación por ella que no actuemos hacia el ofensor como en nuestra opinión y en justicia merece.

No es fácil porque habitualmente las ofensas, por acción u omisión, nos producen pérdida, dolor físico y/o emocional, dejan heridas en nuestras vidas que son duras y difíciles de cicatrizar.

¿Nos está pidiendo Jesús que ignoremos todo eso, nos está pidiendo que actuemos como si no hubiera pasado nada, que le quitemos hierro al asunto?

Creo que no. No pienso que Jesús nos pida que ignoremos la realidad sino más bien que tengamos la capacidad de vivir por encima de esa realidad. No hay que quitarle importancia a las ofensas, no debemos minimizarlas, hay que darles toda la gravedad y dimensión que puedan tener, sin embargo, y a pesar de todo ello, decidimos vivir y actuar de forma diferente, decidimos otorgar perdón, no buscar retribución, cerrar la herida y no permtir que la dinámica de las relaciones interpersonales rotas por el pecado siga alimentándose y perpetuándose.

Creo que el dolor, la pérdida, el sentido de haber sido abusados y maltratados es el principal obstáculo para perdonar. Sin embargo, el perdón es el camino mejor y diferente que Jesús nos ofrece, es la alternativa a la Ley del Talión que, como recordarás, es mucho mejor que la venganza indiscriminada.

¿A quién debemos perdonar?

Perdonar a alguien que toma la iniciativa de pedirnos perdón y reconocer su ofensa es difícil y complicado. Como comentaba antes, el dolor que la ofensa produce, los sentimientos que despierta, complican la posibilidad de otorgar el perdón. Cuanto más dolorosa ha sido la ofensa más duro es perdonar al ofensor. Hay una lucha emocional y espiritual que debemos librar y vencer para poder llegar al punto de perdonar. Hay mucho dolor que debe ser superado.

Sin embargo, es posible hacerlo y todos lo hemos hecho en ocasiones. Ahora bien ¿Cómo podemos perdonar a aquellos que nisiquiera nos piden perdón? ¿Cómo eximir de culpa a aquellos que no sienten la más mínima y que, además, no tienen remordimiento alguno por la ofensa causada?

Es un punto importante. La ofensa produce dolor, pero cuando el ofensor no reconoce su culpa, su responsabilidad, el daño que ha hecho y el dolor que ha producido, es como echar sal en la herida abierta, aumenta la sensación de sufrimiento, de haber sido maltratado y abusado ¿Cómo vamos a perdonar en esas condiciones?

Cuando he hablado del tema del perdón en algún grupo, con frecuencia alguien ha venido al final para hablar conmigo. Entendían la necesidad, a pesar que pudiera ser costoso, de perdonar a la persona que solicitaba el ser perdonado, sin embargo, no acababan de entender, o estaban en franco desacuerdo, que tuvieran que hacerlo con quien ni pedía perdón ni reconocía la ofensa.

¿Qué argumentar al respecto? Poca cosa. Pienso que la Biblia nos enseña que el perdón es algo que se otorga de forma unilateral. Si es así, si nosotros perdonamos porque es la alternativa de Jesús a las relaciones rotas por el pecado, no hay diferencia si la persona pide perdón o no. Si lo hace ¡fabuloso! podremos experimentar la alegría de relaciones restauradas. Si no lo hace ¡fabuloso también! porque nos podremos librar de la amargura, el resentimiento y podremos curar nuestras heridas.

Pero ¿Cómo podemos generar la motivación necesaria para perdonar al ofensor, especialmente al que no reconoce el dolor que nos ha inflingido? De nuevo, Jesús no muestra un camino mejor y diferente.

jueves, 13 de mayo de 2010

20. JESÚS RESTAURA LA RUPTURA DE MI RELACIÓN CON OTROS. EL MAL SE PROPAGA. II




En la anterior entrada vimos cómo el mal seguía propagándose y las consecuencias en forma de dolor físico y emocional que producía en las relaciones interpersonales.

En esta entrada vamos a ver un ejemplo más de este proceso de descomposición y la necesidad de atajar la expansión del mal.

JOSÉ Y SUS HERMANOS

Israel quería a José más que a sus otros hijos, porque lo había tenido cuando ya era anciano, y mandó que le hicieran una túnica de colores. Sus hermanos, al darse cuenta de que era el preferido de su padre, empezaron a odiarle y hablarle con malos modos.

En cierta ocasión , los hermanos de José se fueron a Siquén a apacentar las ovejas de su padre. Entonces Israel dijo a José: -Tus hermanos están apacentando las ovejas en Siquén, y he pensado que podías ir a verlos. El respondio: -Estoy a tu disposición. Su padre le dijo: -Vete a ver cómo están tus hermanos y luego tráeme noticias.

Así que lo envió desde el valle de Hebrón, y José se dirigió a Siquén.... José siguió buscando a sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron venir de lejos, y antes de que se acercara tramaron un plan para matarlo. Se dijeron unos a otros: -¡Ahí viene el de los sueños! Vamos a matarlo y a echarlo en uno de esos aljibes; después diremos que alguna fiera salvaje lo devoró, y veremos en qué paran sus sueños.

Pero Rubén, al oír esto, intentó librarlo de las manos de sus hermanos diciendo: -No le matemos. Y añadió: -No derraméis sangre; arrojadlo a este aljibe que está aquí en el desierto, pero no pongáis las manos sobre él. Rubén dijo esto porque su intención era salvarlo de ellos y devolverlo luego a su padre.

Al llegar José adonde estaban sus hermanos, le arrancaron la túnica de colores que llevaba y, agarrándolo lo arrojaron a un aljibe que estaba vacío, sin agua. Después se sentaron a comer.

Mientras comían, vieron venir una caravana de ismaelitas procedentes de Galaad, con los camellos cargados de resinas aromáticas, bálsamo y mirra, que transportaban a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: -¿Sacamos algún provecho si dejamos morir a nuestro hermano y encubrimos su muerte? Será mejor que lo vendamos a los ismaelitas en vez de poner nuestras manos sobre él; a fin de cuentas es nuestro hermano, es de nuestra propia sangre.

Sus hermanos asintieron; y cuando los mercaderes madianitas pasaron por allí, sacaron a José del aljibe y se lo vendieron a los ismaelitas por veinte siclos de plata. Así fue como se llevaron a José a Egipto
(Génesis 37)

¿Qué matices de la ruptura en las relaciones interpersonales puedes apreciar aquí? ¿Qué relación tenía Jacob/Israel con su hijo José? ¿Cómo afectó a los otros hermanos?

Piensa por un momento en las reacciones de los hermanos de José y piensa al mismo tiempo en tu propia experiencia. En ocasiones no podemos evitar que vengan a nuestra mente pensamientos o actitudes negativas hacia otros. ¿Te has sorprendido a ti mismo sentiendo envidia por el éxito de otro? ¿Te ha dado rabia que alguien haya conseguido algo que pensabas eras más merecedor? ¿Has considerado injusto que no recibas el mismo tratamiento que otros reciben?

Yo si. Muchas veces me he sorprendido de los pensamientos y actitudes que pueden venir a mi mente. Sé que no son correctos, los puedo identificar como mezquinos e indignos, pero vienen a mi mente y debo luchar con ellos. Es una evidencia en nuestra experiencia cotidiana de cómo el pecado ha producido una ruptura en nuestras relaciones interpersonales.


Hemos visto la historia de Adán y Eva, la de Caín y Abel, la de Esaú y su hermano Jacob y, finalmente, la historia de cómo José fue maltratado por sus hermanos. Las páginas de la Biblia, como las de la historia secular, nos dan ejemplo tras ejemplo de la ruptura de la relación entre los seres humanos, por tanto, era preciso regular la situación para permitir la convivencia.

La ilustración muestra la llamada "Estela de Hamurabi" encontrada en la antigua Mesopotamia y donde hallamos por primera vez escrita la que ha sido conocida como la Ley del Talión. En el Antiguo Testamento, en el libro de Levítico encontramos la versión bíblica de la misma que dice así:


Asímismo el que hiera mortalmente a cualquier persona, será castigado con la muerte. El que mate un animal deberá resarcir al dueño por él; animal por animal. Y al que hiera a su prójimo, se le pagará con la misma moneda: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; según la herida hecha a otro, igual se le hará a él.

El que hiera a un animal deberá resarcir por ello, mas el que hiera mortalmente a una persona, será castigado con la muerte. Juzgaréis con el mismo estatuto al extranjero que al nativo. Yo soy el Señor vuestro Dios.
(Levítico 24:17-21)

La ruptura en las relaciones interpersonales llega a manifestarse de formas violentas en las que unas personas sufren a manos de otras. La denominada ley del talión supone, a pesar de su crudeza, un avance significativo. Esta ley consuetudinaria permite a los humanos responder a una ofensa o un daño cualquier con otro igual o parecido, nunca excederlo.

Sin embargo, Jesús enseña y espera de sus seguidores un camino mejor y diferente.

Al llegar al final de esta entrada quisiera pedirte que tomaras un tiempo para pensar en todo lo leído. ¿Reflejan las historías que has leído de alguna manera tu propia historia? ¿Tienes relaciones con otras personas que están rotas? ¿Qué ha causado esa ruptura? ¿Qué efectos está produciendo en tu vida?



martes, 4 de mayo de 2010

19. JESÚS RESTAURA LA RUPTURA DE MI RELACIÓN CON OTROS. EL MAL SE PROPAGA. I



En la anterior entrada vimos que en el libro de Génesis, de una manera poética, se nos narraba como el pecado, es decir, nuestra rebelión contra Dios y su autoridad, provocaba una ruptura en las relaciones entre los seres humanos.

Adán y Eva no enfrentaron de manera solidaria su responsabilidad por haber desobedecido a Dios, antes al contrario, Adán, si puede salvar el pellejo, no duda en culpar a Eva de lo sucedido ¡Sálvese quien pueda!

Vimos también como Dios anunció que una de las consecuencias de esa ruptura en las relaciones interpersonales sería que unos seres humanos dominarían a otros a consecuencia de la diferencia. Desde entonces, la historia ha sido triste testigo, de una multitud de situaciones en las que una parte de la humanidad ha abusado, explotado, maltratado, marginado e incluso exterminado a la otra parte por motivaciones religiosas, políticas, económicas, raciales, culturales, sociales.

Las páginas de la Biblia también dan testimonio de los efectos del pecado sobre las relaciones humanas.

CAÍN Y ABEL

Adán se unió a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín. Y dijo: -He tenido un hombre gracias al Señor. Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel se dedicó a criar ovejas y Caín a labrar la tierra.

Al cabo de un tiempo Caín, presentó de los frutos del campo una ofrenda al Señor. También Abel le ofreció las primeras y mejores crías de su rebaño. El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró del mismo modo a Caín y a la suya. Entonces Caín se irritó sobremanera y puso mala cara.

El Señor le dijo: - ¿Por qué te irritas? ¿Por qué has puesto esa cara? Si obraras rectamente llevarías la cabeza bien alta; pero como actúas mal el pecado está agazapado a tu puerta, acechándote. Sin embargo, tú puedes dominarlo.

Caín propuso a su hermano Abel que fueran al campo y, una vez allí, Caín atacó a su hermano y lo mató.

El Señor le preguntó a Caín: -¿Dónde está tu hermano Abel? El respondió -No lo sé ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? ¡Qué has hecho! La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.

Hay comentaristas que piensan que Caín y Abel fueron dos personajes históricos. Otros, indican que son una representación de los pueblos ganaderos y los pueblos agricultores y su secular enfrentamiento. No este el punto de discusión, sino comprobar como el pecado degrada las relaciones entre los seres humanos.

Podemos ver aquí el llamado "síndrome de Caín" la actitud de no considerarnos responsables de otros seres humanos, de volvernos indiferentes al sufrimiento, el dolor, la necesidad o las circunstancias que otros puedan atravesar.

El cainismo, el "síndrome de Caín" es una evidencia en tu vida y en la mía de ese proceso de ruptura en las relaciones interpersonales que ha provocado el pecado. Tal vez tú y yo no imitaremos a Caín en el asesinato de nuestro hermano, pero lo imitamos, demasiado a menudo, en nuestra indiferencia, desprecio y desinterés por él y sus necesidades.

¿Puedes identificar en tu propia vida evidencias del "síndrome de Caín"? ¿Qué piensas hacer al respecto?


ESAÚ Y JACOB






Y aconteció que siendo ya viejo Isaac, y sus ojos demasiado débiles para ver, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:

-Hijo mío. Y él le respondió: Heme aquí
. Y dijo Isaac: Mira, yo soy viejo y no sé el día de mi muerte. Ahora pues, te ruego, toma tu equipo, tu aljaba y tu arco, sal al campo y tráeme caza; y prepárame un buen guisado como a mí me gusta, y tráemelo para que yo coma, y que mi alma te bendiga antes que yo muera.

Rebeca estaba escuchando cuando Isaac hablaba a su hijo Esaú. Y cuando Esaú fue al campo a cazar una pieza para traer a casa, Rebeca habló a su hijo Jacob, diciendo:

He aquí, oí a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú, diciéndole: "Tráeme caza y prepárame un buen guisado para que coma y te bendiga en presencia del SEÑOR antes de mi muerte. "Ahora pues, hijo mío, obedéceme en lo que te mando. Ve ahora al rebaño y tráeme de allí dos de los mejores cabritos de las cabras, y yo prepararé con ellos un buen guisado para tu padre como a él le gusta.

Entonces se lo llevarás a tu padre, que comerá, para que te bendiga antes de su muerte. Y Jacob dijo a su madre Rebeca: He aquí, Esaú mi hermano es hombre velludo y yo soy lampiño. Quizá mi padre me palpe, y entonces seré para él un engañador y traeré sobre mí una maldición y no una bendición.

Pero su madre le respondió: Caiga sobre mí tu maldición, hijo mío; solamente obedéceme, y ve y tráemelos. Y él fue, los tomó y los trajo a su madre; y su madre hizo un buen guisado, como a su padre le gustaba. Entonces Rebeca tomó las mejores vestiduras de Esaú, su hijo mayor, que tenía ella en la casa, y vistió a Jacob, su hijo menor; le puso las pieles de los cabritos sobre las manos y sobre la parte lampiña del cuello, y puso el guisado y el pan que había hecho en manos de su hijo Jacob.

Entonces él fue a su padre, y dijo: Padre mío. Y éste respondió: Aquí estoy. ¿Quién eres, hijo mío? Y Jacob dijo a su padre: Soy Esaú tu primogénito. He hecho lo que me dijiste. Levántate, te ruego. Siéntate y come de mi caza para que me bendigas. E Isaac dijo a su hijo:

¿Cómo es que la has encontrado tan pronto, hijo mío? Y él respondió: Porque el SEÑOR tu Dios hizo que así me acaeciera. Isaac entonces dijo a Jacob: Te ruego que te acerques para palparte, hijo mío, a ver si en verdad eres o no mi hijo Esaú. Jacob se acercó a Isaac su padre, y él lo palpó y dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú. Y no lo reconoció porque sus manos eran velludas como las de su hermano Esaú, y lo bendijo.

Y le preguntó: ¿Eres en verdad mi hijo Esaú? Y él respondió: Yo soy.Entonces dijo: Sírveme, y comeré de la caza de mi hijo para que yo te bendiga. Y le sirvió, y comió; le trajo también vino, y bebió. Y su padre Isaac le dijo: Te ruego que te acerques y me beses, hijo mío. Y él se acercó y lo besó; y al notar el olor de sus vestidos, lo bendijo, diciendo:

He aquí, el olor de mi hijo es como el aroma de un campo que el SEÑOR ha bendecido. Dios te dé, pues, del rocío del cielo, y de la grosura de la tierra, y abundancia de grano y de mosto. Sírvante pueblos, y póstrense ante ti naciones; sé señor de tus hermanos, e inclínense ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldigan, y benditos los que te bendigan.

Y sucedió que tan pronto como Isaac había terminado de bendecir a Jacob, y apenas había salido Jacob de la presencia de su padre Isaac, su hermano Esaú llegó de su cacería. Y también él hizo un buen guisado y lo trajo a su padre, y dijo a su padre:

Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que tú me bendigas. Y su padre Isaac le dijo: ¿Quién eres? Y él respondió: Soy tu hijo, tu primogénito, Esaú. Y tembló Isaac con estremecimiento muy grande, y dijo: ¿Quién fue entonces el que trajo caza, antes de que tú vinieras, y me la trajo y yo comí de todo, y lo bendije? Sí, y bendito será.

Al oír Esaú las palabras de su padre, clamó con un grande y amargo clamor, y dijo a su padre: ¡Bendíceme, bendíceme también a mí, padre mío! Y él respondió: Tu hermano vino con engaño, y se ha llevado tu bendición.

Y Esaú dijo: Con razón se llama Jacob, pues me ha suplantado estas dos veces. Me quitó mi primogenitura, y he aquí, ahora me ha quitado mi bendición. Y añadió: ¿No has reservado una bendición para mí? Pero Isaac respondió, y dijo a Esaú:

He aquí, yo lo he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus parientes; y con grano y mosto lo he sustentado. En cuanto a ti ¿qué haré, pues, hijo mío? Y Esaú dijo a su padre: ¿No tienes más que una bendición, padre mío? Bendíceme, bendíceme también a mí, padre mío. Y Esaú alzó su voz y lloró.

Entonces su padre Isaac respondió, y le dijo: He aquí, lejos de la fertilidad de la tierra será tu morada, y lejos del rocío que baja del cielo. Por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; mas acontecerá que cuando te impacientes, arrancarás su yugo de tu cerviz.


Esaú, pues, guardó rencor a Jacob a causa de la bendición con que su padre lo había bendecido; y Esaú se dijo: Los días de luto por mi padre están cerca; entonces mataré a mi hermano Jacob.


¿Qué matices de la ruptura en la relación entre las personas puedes observar en la historia de Esaú y Jacob? ¿Qué tipo de relaciones tenían los padres entre sí? ¿Qué relación mantenían los hermanos entre ellos? ¿Y los padres con los diferentes hermanos (Génesis 25:28)?

La historia de Caín y Abel nos hablaba del dolor físico que un hermano puede producir a otro. Pero la ruptura en las relaciones interpersonales producida por el pecado también produce dolor emocional. Sin duda, lo has experimentado o, quizás, lo estés experimentando en estos momentos.

La historia de Esaú y Jacob nos habla precisamente de este tipo de dolor, del dolor emocional. De sentirse engañado, estafado por otros. Pero lo podríamos hacer extensivo a las veces que nos hemos sentido decepcionados, maltratados, abandonados, frustrados, incomprendidos o abusados por la forma en que otros nos han tratado. Cuando las expectativas que teníamos acerca de cómo otros debían tratarnos se han visto defraudadas.

Pero eso mismo es verdad en el sentido contrario, cuántas veces nosotros hemos tratado así a otros.